En su discurso a los exponentes de la sociedad civil, del mundo académico, cultural y empresarial, con el cuerpo diplomático y con líderes religiosos, el Papa Benedicto XVI explicó que la religión y el cristianismo no constituyen un problema que los legisladores deben solucionar sino "una contribución vital al debate nacional", al ejercicio de la política en el que los católicos también deben hacer oír su voz.
En sus palabras en el Westminster Hall, en donde fue condenado a muerte Santo Tomás Moro, y en presencia de figuras representativas del Reino Unido como los ex Primeros Ministros Tony Blair y Margaret Tatcher, el Santo Padre pasó revista a la tradición parlamentaria de esta nación que se ha configurado como "una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley".
"Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común", añadió.