Obispo mexicano nacido en España rumbo a los altares

Juan de Palafox y Mendoza, un noble español que tras una vida disoluta se convirtió, fue ordenado sacerdote y posteriormente Obispo de Puebla de los Ángeles en México, podría llegar próximamente a los altares, según informaron fuentes de su diócesis natal de Osma, en España.

Según informa la diócesis, el Papa Benedicto XVI firmaría el decreto de aprobación del milagro el próximo mes de abril.

Los hechos del milagro que sería aprobado se remontan a 1766, cuando el párroco de la diócesis de Osma, el P. Lucas Fernández de Pinedo, había sido desahuciado a los 66 años por los médicos a causa de una enfermedad que probablemente sería tuberculosis, entonces incurable.

Sin embargo, tras recibir los últimos sacramentos, un sobrino suyo le entregó una reliquia de Palafox; que produjo la completa e inexplicable curación del sacerdote.

Nacido en el seno de una familia noble y poderosa, Juan de Palafox y Mendoza gobernó, por encargo de su padre, el marquesado de Ariza. Muerto su padre en 1625, asumió la tutoría de sus tres hermanastros.

Palafox acudió a las cortes de Aragón convocadas por Felipe IV y el conde duque de Olivares lo nombró fiscal del Consejo de Guerra y, más tarde, del Consejo de Indias. Durante esos años, Palafox llegó una vida que él mismo describiría más tarde como marcada por "todo género de vicios, de entretenimientos y desenfrenamiento de las pasiones".

Pero la grave enfermedad de su hermana y la muerte de personas cercanas a él lo llevaron a una radical conversión; que tras una vida de penitencia desembocó en 1629 en su ordenación como sacerdote.

Un año después, en 1630, fue nombrado Obispo de Puebla de los Ángeles (México) y Virrey de España. Después de una ardua labor apostólica en México, regresó a España, donde vivió hasta el 1 de octubre de 1659.

Mons. Palafox dejó un testamento en el que afirmaba: "la cama en que muero doy al hospital, para que de lo que procediese, se socorra a los pobres; quiero morir en la cárnica pobreza con que solía vivir, o si no, en el suelo, reconociendo la humildad con que debe acabar criatura tan miserable y a imitación de mi Señor Jesucristo, que murió en una cruz por mí".