En la Audiencia General de hoy, el Papa Benedicto XVI habló de San Anselmo, a quien puso como ejemplo del amor que todo fiel debe tener a la Iglesia y que debe expresarse de tal modo que nunca la abandone ni la traicione.
En su habitual catequesis, el Santo Padre relató que este Santo, llamado también Anselmo de Aosta, Anselmo de Bec y Anselmo de Canterbury, nació en Aosta (Italia) en 1033. Primogénito de una familia noble, recibió de su madre una profunda educación humana y cristiana. Durante su juventud, tras un período de abandono de los estudios y de disipación moral, viajó a Francia en busca de nuevas experiencias y llegó a la abadía de Bec, atraído por la fama de Lanfranco de Pavía, prior del monasterio.
Este Santo pasó luego a ser el discípulo privilegiado de Lanfranco y abrazó la vida monástica a los 27 años.