Tras reconocer la escasez de vocaciones, los obispos aseguran sentirse "especialmente cercanos a quienes atraviesan momentos de tribulación o viven su ministerio en situaciones de particular exigencia: periferias urbanas y rurales; soledad, enfermedad, pérdida del sentido de la acción pastoral; incomprensión y desaliento", y exhortan a los sacerdotes a tomar a San Juan María Vianney, al venerable José Gabriel Brochero y al Siervo de Dios Eduardo Pironio, entre otros, como ejemplos de discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor.
Los obispos recuerdan que "el sacerdocio es Misterio de Amor recibido y entregado, actualizado cada día en la celebración eucarística y en el don generoso de la propia vida "hasta el extremo" (Jn. 13,1). Es hermoso vivirlo con radicalidad, como todo amor verdadero. Por eso la Iglesia ha visto desde sus inicios una múltiple armonía entre sacerdocio y celibato y llama al ministerio presbiteral a quienes han recibido y aceptado libremente vivir este fecundo carisma de entrega total".
"Asumidos por Cristo Cabeza y Esposo, los sacerdotes estamos llamados a ser signos fecundos del amor de Cristo a su Iglesia, pastores y padres de la comunidad. Esta verdad sólo se puede comprender y vivir a la luz de la fe, animada por el fervor de la caridad, en la espera gozosa de la plenitud del cielo", indican.