En la Cruz de Cristo resplandece el amor fiel y eterno de Dios, dice Predicador pontificio

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Ante miles de feligreses, cardenales, obispos y sacerdotes que llenaron totalmente la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto XVI presidió este Viernes Santo por la tarde la celebración de la Pasión del Señor en la que recordó que en la Cruz de Cristo resplandece el amor fiel y eterno de Dios.

En el Solemne Oficio de Viernes Santo, el Santo Padre presidió la Liturgia de la Palabra, la Adoración de la Cruz y el Rito de la Comunión. Según la costumbre vaticana, la homilía estuvo a cargo del Predicador de la Casa Pontificia, el sacerdote franciscano Raniero Cantalamessa,

Luego de escuchar el relato de la Pasión, el Predicador pontificio pronunció una homilía centrada en reflexionar sobre algunos pasajes de la Encíclica “Deus Caritas est” de Benedicto XVI más relacionados con el misterio de este día.

“Sí, ¡Dios es amor! Si todas las biblias del mundo fueran destruidas y quedara sólo una copia, y también ésta estuviera tan estropeada que sólo quedara una página, e igualmente esta estuviera tan dañada que se pudiera leer una sola línea: si tal línea es la de la Primera Carta de san Juan, donde está escrito: ‘¡Dios es amor!’, la Biblia toda se habría salvado, pues todo el contenido está ahí”, exclamó el predicador al comentar un pasaje en el que el Papa afirma que es en la Cruz donde se puede contemplar que “Dios es amor”..

Dios es amor, y la cruz de Cristo es su prueba suprema, la demostración histórica”, dijo el sacerdote y señalando que Dios nos amó “con amor de sufrimiento en la redención, sufriendo por nosotros los más terribles padecimientos, para convencernos de su amor”. "Por ello -continuó- es en la cruz donde se debe contemplar la verdad de que ‘Dios es amor’”.

Asimismo, el sacerdote explicó a los asistentes los significados de la palabra “pasión” que “puede indicar un amor vehemente, ‘pasional'" o "también un sufrimiento mortal". A esto agregó que "existe una continuidad entre las dos cosas y la experiencia diaria hace ver lo fácil que se pasa de una a la otra. Así fue también en Dios. Hay una pasión –escribió Orígenes– que precede a la encarnación. Es “la pasión de amor” que Dios desde siempre alimenta hacia el ser humano y que, en la plenitud de los tiempos, le llevó a venir a la tierra y morir por nosotros”.

Más en Vaticano

Tras indicar que la encíclica de Benedicto XVI “no contrapone los valores sobrenaturales a los naturales, el amor divino al amor del hombre, el eros al agapé, sino que muestra su armonía originaria, que hay que redescubrir y sanar a causa del pecado y de la fragilidad humana”, el Predicador dijo que el Evangelio “no excluye el eros de la vida, sino el veneno del egoísmo que el eros trae”.

Amor que perdona

Comentando el texto pontificio, el Predicador subrayó que en la Cruz resplandece el amor de Dios que es un amor que perdona.

Al respecto, señaló el caso del amor de Jesús por Judas. “Jesús llama a Judas ‘amigo’ no porque Judas le amara, ¡sino porque Él le amaba! No hay mayor amor que dar la propia vida por los enemigos, considerándoles amigos: he aquí el sentido de la frase de Jesús. Los hombres pueden ser, o dárselas de enemigos de Dios y sin embargo Dios nunca podrá ser enemigo del ser humano”.

Según el Predicador de la Casa Pontificia, el amor de Dios “es un amor de misericordia, que disculpa y perdona, que no quiere destruir al enemigo, sino en todo caso la enemistad”. Así, pues, es de “esta misericordia y capacidad de perdón de lo que tenemos necesidad hoy en día, para no resbalar cada vez más en el abismo de una violencia globalizada”.

Amor fiel y eterno

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El amor de Dios por el hombre que se manifiesta en la Cruz de Cristo, recordó el franciscano, es “fiel y eterno”. “Dios se ha comprometido a amar para siempre, se ha privado de la libertad retroceder. Es éste el sentido profundo de la alianza que en Cristo se ha transformado en ‘nueva y eterna’”, apuntó.

Así, “el deber de amar, protege al amor de la ‘desesperación’ y lo hace ‘feliz e independiente’ en cuanto que protege de la desesperación de no poder amar para siempre”.

Al tiempo de lamentar que la cultura actual “exalta la libertad de cambiar y la espontaneidad del momento, la práctica del ‘usar y tirar’ aplicada también al amor", el P. Cantalamessa expresó su esperanza de que estas meditaciones animen a los jóvenes a optar por la bondad y belleza del amor entre el hombre y la mujer según el proyecto de Dios.

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