“El diagnóstico por exámenes sorológicos y ultrasonografía –prosiguió el catedrático– se hace muchas veces antes de la vigésima semana de gestación, por lo que a pesar de una expectativa de vida reducida, no siempre es posible, en el caso de los anencefálicos, definir la eminencia del óbito y la duración de la vida depende mucho de los tratamientos intensivos que se le presten”. “Se trata de una situación que reviste una gran dramaticidad, como la de tantas otras situaciones clínicas, como por ejemplo, la de los llamados ‘pacientes terminales’, donde la probabilidad de muerte es grande”, añadió.
“Esta situación exige más bien una atención especial de parte de todos para con los padres –insistió– que necesitan de amparo no solo en el aspecto psicológico, sino también espiritual. Tenemos que ser realistas y admitir que es una situación que va a exigir un esfuerzo de caridad, no solo de las personas mas directamente involucradas, como los padres, sino también de todos los que están alrededor suyo”. “Enfrentar esta situación dramática es para muchos difícil y trabajoso. Aquellos padres muchas veces se verán solos, debilitados por el sufrimientos, pues el sufrimiento en soledad debilita a la persona y se pueden dejar llevar por supuestas soluciones inmediatas, sin percibir sus implicancias”, agregó.
De Paula Ramos precisó que “en este sentido algunas personas proponen la ‘interrupción del embarazo’ eufemismo para proponer claramente provocar el aborto. Así, buscando una solución para el sufrimiento, para el dramatismo inherente a esta situación, el aborto se presenta como una solución trágica. No se puede tratar de resolver lo dramático con lo trágico. En lo dramático existe la posibilidad de lo positivo, en lo trágico solo la destrucción”.