Los ciudadanos de la ciudad brasileña de Río de Janeiro están alarmados e indignados por la ola de asaltos violentos a iglesias y conventos registrados en los últimos meses.
El mes pasado, tres bandidos con armas de fuego ingresaron a la Catedral de Itaguaí, en la periferia de Río, donde redujeron al Obispo local, Mons. José Ubiratan Lopes, y algunos fieles que en ese momento atendía, maniatándolos en la sacristía. Luego de golpear a Mons. Ubiratan con las culatas de los revólveres, robaron todo lo que encontraron, inclusive el pectoral que el Obispo había recibido del fallecido Papa Juan Pablo II.
El martes pasado otros dos asaltantes irrumpieron de madrugada en la iglesia de São Sebastião en el barrio de Tijuca. Una vez dentro del convento de los franciscanos capuchinos a cargo de la iglesia, llamaron a otros seis delincuentes por un móvil e ingresaron a las habitaciones de los religiosos, amenazándoles de muerte si no les entregaban todo lo que tenían.