“Con la agonía, muerte y solemne funeral de Juan Pablo II ; y la posterior elección de Benedicto XVI, quizá convenga que como a los apóstoles, alguien también nos remueva para hacernos aterrizar. ‘¿Por qué siguen mirando al cielo?'. La solemnidad de la Ascensión es muy propicia para ello”, indicó.
Mons. Giaquinta señaló que si bien la modernidad trajo como ingrediente nuevo la espectacularidad, sin embargo, ésta “no añade nada” a la misión que debe cumplir el cristiano, “salvo una mayor responsabilidad, pues hace ver cuán importante es cada cristiano y la misión que le toca cumplir. Vivimos en un mundo globalizado, convertido en una gran aldea, donde un pequeño gesto personal repercute instantáneamente en el otro extremo del mundo. Se globaliza el mal, la confusión, pero se puede globalizar el testimonio, la solidaridad. Aunque en la era de la globalización la inmensa mayoría sigue permaneciendo en el anonimato, este fenómeno permite captar mejor cómo cada uno es único e insustituible. La marea humana que en pocos minutos llenó la Plaza San Pedro cuando hubo ‘fumata bianca’, no habría existido sin cada una de esos cientos de miles de personas anónimas que concurrieron espontáneamente a la Plaza”, anotó Mons. Giaquinta.
En otro momento de su mensaje, dijo el Prelado que “aunque todos aspiramos al Cielo, hemos de caminar por la tierra cumpliendo nuestra misión, cada uno según su propia vocación. Cumplir la misión aquí es el trampolín necesario para llegar allá. La misión es común. La misión del fiel cristiano no es diferente de la del obispo. Ambos deben dar testimonio de Jesucristo con la palabra y el ejemplo”, concluyó.