Ante centenares de miles de fieles y bajo una fresca y agradable mañana romana, el Papa Benedicto XVI inauguró su pontificado expresando su confianza en la gracia de Dios y la oración de los fieles, y proclamando que la Iglesia está viva y es joven.
Tras recordar el cónclave, y luego de evocar con afecto y nostalgia la figura del Papa Juan Pablo II, el Santo Padre preguntó “¿cómo 115 Obispos, procedentes de todas las culturas y países, podían encontrar a quien Dios quería otorgar la misión de atar y desatar? Una vez más, lo sabíamos; sabíamos que no estamos solos, que estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios”.
“Y ahora –continuó-, en este momento, yo, débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana”. “¿Cómo puedo hacerlo?”, preguntó.