El Cardenal Miguel Obando y Bravo, Arzobispo de Managua (Nicaragua) durante 35 años y una de las figuras más destacadas del episcopado latinoamericano, anunció implícitamente la aceptación de su renuncia y comenzó a despedirse de los fieles de la Arquidiócesis.
Tras anunciar, implícita pero claramente, que el Papa Juan Pablo II había aceptado su renuncia y nombrado un sucesor, el Purpurado comenzó a recibir muestras de afecto de diversas comunidades católicas en la ciudad y el país.
El Padre Jacinto Carvajal, párroco del templo donde el Cardenal Obando y Bravo celebró el Domingo de Resurrección, señaló que el Purpurado “seguirá vivo en nuestros corazones, porque Usted ha sido el padre de todos los que estamos en esta Arquidiócesis. Usted siempre se queda entre nosotros, se queda en su persona, por sus obras, por su palabra, por su ejemplo y por su testimonio”.