En la Misa de Nochebuena celebrada en Belén, el Patriarca Latino de Jerusalén, Cardenal Pierbattista Pizzaballa, afirmó que “uno de los grandes anuncios de la Navidad” es que Dios “no espera a que la historia mejore para entrar en ella”, sino que asume la realidad humana.
Durante su homilía, el Purpurado explicó que el nacimiento de Jesús no ocurre fuera del tiempo ni al margen de los acontecimientos políticos, sino dentro de la historia concreta. “Dios no crea una historia paralela. No entra en el mundo cuando todo está finalmente ordenado y pacificado”, sino que “entra en la historia real, concreta, a veces dura, y la hace suya desde dentro”.
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Al comentar el inicio del Evangelio de San Lucas, que sitúa el nacimiento de Cristo en el contexto del decreto del emperador Augusto, el Patriarca indicó que este detalle tiene un profundo significado teológico. “La misma historia que pretende ser autosuficiente se convierte en el lugar donde Dios cumple su promesa”, afirmó, añadiendo que “ningún tiempo está definitivamente perdido y ninguna situación es demasiado oscura para que Dios pueda habitar en ella”.
El Cardenal Pizzaballa destacó que, aunque el decreto del César parece dominar la escena, “sin saberlo, se convierte en instrumento de un designio más grande”. Frente a la lógica del poder que “cuenta, registra y gobierna”, Dios responde con la lógica del don, dando a su Hijo en la fragilidad de “un niño que nace sin poder”.
En este contexto, recordó que la Navidad no es una evasión frente a los problemas del mundo. “La Navidad no es un refugio que nos saque de la tensión del tiempo presente”, advirtió, sino “una escuela de responsabilidad”, porque Cristo “no espera a que las circunstancias sean favorables: las habita y las transfigura”.
El Patriarca también se refirió al anuncio de la paz en la noche de Belén, precisando que no se trata de una paz superficial. “No es un simple equilibrio ni el resultado de acuerdos frágiles”, explicó, sino “el fruto de la presencia de Dios en la historia”. Sin embargo, añadió que esta paz “es dada, pero también confiada”, y solo se hace real cuando encuentra “corazones dispuestos a acogerla y manos listas para custodiarla”.
Al hablar desde Tierra Santa, el Cardenal Pizzaballa reconoció que la realidad actual sigue marcada por heridas profundas. “Venimos de años de gran sufrimiento, en los que la guerra, la violencia, el hambre y la destrucción han marcado la vida de muchos, especialmente de los pequeños”, afirmó. No obstante, subrayó que precisamente en este contexto resuena con más fuerza el anuncio navideño.
Finalmente, el Patriarca exhortó a no permanecer neutrales ante la complejidad de la historia. “La noche del mundo puede ser profunda, pero no es definitiva”, dijo, recordando que “la luz de Belén no ciega, sino que ilumina el camino”, y se transmite “de corazón a corazón, a través de gestos humildes, palabras reconciliadas y decisiones cotidianas de paz”.

