La Diócesis de Jaén (España) celebra este sábado 13 de diciembre la beatificación de 109 sacerdotes, 14 laicos y una clarisa martirizados durante la Guerra Civil española. 

Con la incorporación de estos 124 nuevos beatos, el número de mártires del siglo XX en España reconocidos por la Iglesia Católica asciende a 2.254, de los cuales 11 han sido canonizados.  

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La ceremonia de beatificación será presidida por el Cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, y tendrá lugar en la Catedral de la Asunción en Jaén, donde algunos de los nuevos beatos pasaron los últimos días antes de ser asesinados por odio a la fe.  

Mons. Sebastián Chico, Obispo de Jaén, exponeen la carta pastoral publicada con motivo de esta beatificación,  que “su sangre, lejos de ser estéril, se ha convertido en semilla fecunda que alimenta hoy la fe de nuestras parroquias, comunidades, familias y cofradías y nos impulsa a vivir más hondamente el Cristo para ser, también nosotros, testigos de esperanza en medio del mundo”.  

Mons. Chico comparte también una reflexión sobre el sentido teológico del martirio, que resume como “la victoria del amor y la plenitud de la esperanza”. 

Haciendo un recorrido somero por la Sagrada Escritura, el prelado aprecia que ésta “nos enseña que la sangre derramada por amor a Dios es semilla de fidelidad, de vida eterna y de esperanza”.  

Asimismo, en relación con la enseñanza de la Iglesia Católica acerca de este misterio de entrega, Mons. Chico concluye que cada mártir “ha sido una gracia de Dios para la Iglesia y un rico legado de caridad y esperanza que debemos conocer y conservar”. 

“Su única arma fue el amor” 

Además, incide en que “el martirio es el testimonio supremo de la esperanza cristiana”, porque nos recuerda que, “con la elocuencia de su propia vida, que la última palabra no la tiene la violencia, el odio o la muerte”.  

El Obispo de Jaén también traslada a los fieles que los mártires “no fueron héroes, humanamente hablando, ni luchadores ideológicos, ni caídos en una guerra por intereses terrenales”, sino hombre y mujeres “marcados por la debilidad y el pecado, como cualquiera de nosotros, pero que vencieron la maldad en el último instante de sus vidas con la única fuerza de una fe inquebrantable en Cristo. Su única arma fue el amor”. 

Jaén, el “Santo Reino”  

La Diócesis de Jaén recibe el nombre tradicional del “Santo Reino” y, a lo largo de su historia, no han sido pocos los mártires que la han jalonado: desde los soldados romanos San Bonoso y San Maximiano, pasando por Santa Potenciana, virgen, el presbítero San Amador o el Obispo San Pedro Pascual, en la Edad Media.  

Junto a ellos, los nuevos beatos no son los únicos hijos de esta diócesis martirizados en el siglo XX. Además de un grupo que fue beatificado en Tarragona en 2013, destaca San Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, asesinado en 1936 en Madrid.  

Con los nuevos beatos “Jaén ve confirmado y enriquecido su nombre: Santo Reino. No es un título vacío o meramente histórico, sino una profunda verdad espiritual”, subraya el prelado.  

De los 124 nuevos beatos, Mons. Chico destaca tres nombres “como ejemplo de una fe firme, un amor generoso y una esperanza cierta”.  

El sacerdote Francisco de Paula Padilla Gutiérrez, quien “se ofreció voluntariamente a morir en lugar de un padre de familia con seis hijos”; el médico laico Pedro Sandoica y Granados, que “fue asesinado por confesar públicamente su fe, sin temor a las consecuencias, movido por la esperanza en el Reino de Dios”; y la viuda Obdulia Puchol, una “mujer de profunda caridad que abrió su casa a los transeúntes y a los más desfavorecidos, y que fue fusilada por su fidelidad a Cristo, manteniendo viva la esperanza hasta el último aliento”. 

Los mártires, “inluencers” para los jóvenes 

El prelado considera que el reconocimiento del martirio que se proclama este sábado 13 de diciembre debe ser considerado “como otro eslabón, más, en la cadena de santidad que une a Jaén con la Iglesia Universal, desde los primeros cristianos hasta nuestros días”.  

Los mártires, por sus vidas y su entrega final, “no son sólo memoria de un pasado heroico, sino maestros para el presente. (...) En este sentido, el testimonio de los mártires no pertenece, únicamente, a la historia; es una palabra viva y actual que Dios dirige a la Iglesia y a la sociedad de hoy”.  

En concreto, se configuran como modelos para sacerdotes, espejos para religiosos y religiosas, ejemplo para los laicos, ideales para las familias e “influencers” para los jóvenes. 

Por último, Mons. Chico destaca que los mártires nos invitan a renovar nuestra propia esperanza pues “nos apremian a vivir nuestra fe con radicalidad, sin tibieza ni componendas”; enseñan “a perdonar, siempre, incluso en medio de la violencia y la injusticia, siguiendo el ejemplo de Cristo en la Cruz”; nos llaman a “ser constructores de reconciliación y de paz”; y nos muestran que “la santidad es posible en todas las vocaciones”.