El Papa evalúa la situación del mundo en su discurso de inicio de año

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El Papa Juan Pablo II constató la situación de una humanidad golpeada pero cargada de esperanza, durante su esperada evaluación de la situación mundial, que realiza habitualmente al inicio de año en un discurso que dirige al Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede.

Durante el encuentro con los embajadores sostenido esta mañana en la Sala Regia, el Santo Padre señaló que los sentimientos de alegría, propios del encuentro de hoy, “han sido ofuscados por la enorme catástrofe natural que el 26 de diciembre pasado ha afectado a diversos Países del sureste asiático, alcanzando incluso algunas costas de África oriental”.

“Esta catástrofe –continuó el Papa- ha marcado con un gran dolor el año que ha terminado: un año probado también por otras calamidades naturales, como son otros huracanes devastadores en el Océano Índico y en el mar de las Antillas, así como la plaga de langostas que ha desolado vastas regiones de África del Norte”.

El Santo Padre se refirió luego a  “otras tragedias” de factura humana, como “las bárbaras acciones de terrorismo que han ensangrentado Irak y otros Estados del mundo, el cruel atentado de Madrid, la masacre terrorista de Beslan, las violencias inhumanas sobre la población de Darfur, las atrocidades perpetradas en la región de los Grandes Lagos en África”.

 Juan Pablo II comentó luego “el gran panorama de la humanidad con los graves problemas comunes que la atormentan, pero también con las grandes y siempre vivas esperanzas que la animan. La Iglesia católica, universal por naturaleza, está siempre implicada directamente y participa en las grandes causas por la cuales el hombre actual sufre y espera”.

La alimentación

Más en Vaticano

Al referirse al tema de la alimentación, el Pontífice destacó que la tierra “tiene recursos abundantes y variados para alimentar a todos sus habitantes, presentes y futuros”.

“A pesar de esto –continuó-, los datos publicados sobre el hambre en el mundo son dramáticos: centenares de millones de seres humanos sufren gravemente desnutrición y, cada año, millones de niños mueren de hambre o por sus consecuencias”.

Para responder a esta situación, dijo el Papa, “se requiere una vasta movilización moral de la opinión pública y, más aún, de los hombres responsables de la política, sobre todo en aquellos países que han alcanzado un nivel de vida satisfactorio y próspero”.

Terrorismo y paz

El Pontífice fustigó duramente el “fenómeno cruel e inhumano del terrorismo, flagelo que ha alcanzado una dimensión planetaria desconocida por las generaciones anteriores”.

 El Papa lamentó también a que, pese que la paz es el sueño de todas las generaciones, “¡Cuántas guerras y conflictos armados -entre Estados, entre etnias, entre pueblos y grupos que viven en un mismo territorio estatal- que de un extremo al otro del globo causan innumerables víctimas inocentes y son origen de otros muchos males!

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Seguiré interviniendo –advirtió el Sucesor de Pedro- para indicar las vías de la paz  y para invitar a recorrerlas con valentía y paciencia. A la prepotencia se debe oponer la razón, al enfrentamiento de la fuerza el enfrentamiento del diálogo, a las armas apuntadas la mano tendida: al mal el bien”.

El Papa agregó que como ejemplo, “ciertamente privilegiado, de una paz posible, bien puede mostrarse Europa: naciones que un tiempo eran cruelmente enemigas y enfrentadas en guerras mortales se encuentran hoy juntas en la Unión Europea”.

“Dios ama al hombre y quiere para él la paz. Nosotros estamos invitados a ser instrumentos activos de la misma, venciendo al mal con el bien”, insistió.

El desafío de la libertad

Sobre el desafío de la libertad, Juan Pablo II recordó la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en la que se señala que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.

“Ciertamente, la libertad de los Estados es también sagrada porque deben ser libres y, precisamente, para poder llevar a cabo de manera adecuada su deber primordial de proteger, además de la vida, la libertad de sus ciudadanos en todas sus justas manifestaciones”.

El Papa aprovechó para recordar que “en el núcleo más íntimo de la libertad humana está el derecho a la libertad religiosa, porque se refiere a la relación más esencial del hombre: su relación con Dios”.

“No hay que temer –concluyó  el Papa- que la justa libertad religiosa sea un límite para las otras libertades o perjudique la convivencia civil. Al contrario, con la libertad religiosa se desarrolla y florece también cualquier otra libertad”.

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