El Papa León XIV llamó a los líderes de todas las religiones presentes en la Audiencia General a “actuar juntos” para “aliviar el sufrimiento humano”, cuidar del planeta y “devolver la esperanza”.
“Más que nunca, nuestro mundo necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración. Cada una de nuestras religiones puede contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de nuestra casa común, nuestro planeta Tierra”, aseguró el Pontífice ante rabinos judíos, imanes musulmanes, distintos líderes cristianos, así como representantes del hinduismo, el budismo, el sijismo, el zoroastrismo o el taoísmo, entre otras.
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Todos ellos participaron este martes en una ceremonia solemne por la paz organizada por la Comunidad de San Egidio y en el encuentro en el Vaticano por los 60 años del documento del Concilio Vaticano II Nostra aetate.

El Pontífice se ha vuelto a referir a este primer texto de la Iglesia —publicado el 28 de octubre de 1965, durante el Concilio Vaticano II— que marcó una nueva etapa en las relaciones con el resto de religiones y, en sus palabras, “abrió un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual”.
Seguidores de otras religiones, compañeros de viaje en el camino de la verdad
Este luminoso documento, continuó el Santo Padre, “nos enseña a encontrar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de viaje en el camino de la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común; y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación”.
El Papa reconoció que todas las tradiciones “enseñan la verdad, la compasión, la reconciliación, la justicia y la paz” y llamó a reafirmar el servicio que prestan a la humanidad, en todo momento.
“Juntos, debemos estar atentos al abuso del nombre de Dios, de la religión y del diálogo mismo, así como a los peligros que representan el fundamentalismo religioso y el extremismo”,señaló. Asimismo llamó a abordar el desarrollo responsable de la inteligencia artificial, ya que, “si se concibe como una alternativa al ser humano, puede violar gravemente su dignidad infinita y neutralizar sus responsabilidades fundamentales”.
El Santo Padre insistió en que la religión puede desempeñar un papel fundamental en la promoción de la paz y en la restitución de la esperanza al mundo. “Esta esperanza se basa en nuestras convicciones religiosas, en la convicción de que un mundo nuevo es posible. Hace sesenta años, Nostra aetate trajo esperanza al mundo que salía de la Segunda Guerra Mundial. Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado”.
“Colaboremos, porque si estamos unidos todo es posible. Hagamos que nada nos divida”, afirmó.
El Papa León XIV dedicó de este modo la Audiencia General al diálogo interreligioso y reflexionó sobre cómo el episodio bíblico de la mujer samaritana revela su “esencia”. “En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de la cultura, el género y la religión”, explicó el Papa, que invitó a descubrir la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarlo juntos con reverencia y humildad.
La Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate
El Papa León XIV recordó la trascendencia histórica del documento conciliar que transformó para siempre la relación de la Iglesia Católica con las religiones no cristianas, especialmente con el pueblo judío.
Por primera vez en la historia eclesial, señaló, el magisterio quiso ofrecer “un tratado doctrinal sobre las raíces judías del cristianismo”, destinado a marcar “un punto de no retorno en el plano bíblico y teológico”.
León XIV subrayó con énfasis que este vínculo espiritual exige un rechazo absoluto de toda forma de antisemitismo: “La Iglesia, consciente del patrimonio que tiene en común con los judíos, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona”, citó el Papa, para luego añadir: “Todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras, y yo confirmo que la Iglesia no lo tolera y lo combate, en virtud del Evangelio mismo”.
El Pontífice quiso también reconocer el fruto de seis décadas de diálogo judeo-católico, si bien reconoció “que ha habido malentendidos, dificultades y conflictos”. “Tampoco hoy debemos permitir que las circunstancias políticas o las injusticias de algunos nos alejen de la amistad, porque hasta ahora hemos logrado mucho”, afirmó.
Finalmente todos protagonizaron un momento en oración silenciosa. “La oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones”, concluyó el Pontífice.




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