El arzobispo Gabriele Caccia, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, mostró su preocupación ante las “hostilidades” en torno a la planta nuclear de Zaporiyia, ubicada en el sur de Ucrania y bajo control ruso desde el año 2022.

Se trata de la mayor instalación atómica de Europa y ha sido objeto de múltiples denuncias de bombardeos cruzados desde el inicio del conflicto. 

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El diplomático de la Santa Sede expresó su “profunda preocupación” por los riesgos que suponen las instalaciones nucleares situadas en zonas de conflicto. “Las hostilidades en curso en torno a la central nuclear de Zaporiyia son un duro recordatorio de los graves peligros que surgen cuando la infraestructura nuclear civil se ve involucrada en una guerra”, advirtió durante su intervención en la 80ª sesión de la Asamblea General dedicada a los efectos de la radiación atómica.

Así, advirtió de las consecuencias “catastróficas” que tendría una fuga radiactiva en la central ucraniana, “la mayor de su tipo en Europa”, y subrayó que dicha emergencia “tendría repercusiones no solo en la población ucraniana, sino también en los países vecinos y en el medio ambiente mundial”.

Su voz se suma así a la de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) que mantiene equipos de observación en la zona para monitorear la seguridad y que ha alertado en varias ocasiones del riesgo de un accidente nuclear de gran magnitud. 

La paz y la seguridad “nunca pueden construirse bajo la amenaza de la destrucción masiva”

En su discurso pronunciado en la sede de la ONU en Nueva York, Mons Caccia aseguró que la paz y la seguridad “nunca pueden construirse bajo la amenaza de la destrucción masiva” ya que se basan, en cambio, “en el desarme, la transparencia, la cooperación internacional y el respeto a la dignidad inalienable de cada persona”. 

Según informa Vatican News, Mons. Caccia subrayó que el auténtico progreso de la humanidad no puede fundarse en el miedo ni en la disuasión nuclear, sino en la “confianza mutua” y en el “compromiso concreto con el desarme integral”.

Por ello, el prelado insistió en la necesidad de “adoptar medidas preventivas urgentes” para proteger la seguridad de los civiles y “salvaguardar la creación, don de Dios que no puede ser objeto de intereses militares o estratégicos”.

Llamamiento a reforzar los tratados internacionales

En su intervención, el arzobispo Caccia exhortó a los Estados a “fortalecer los instrumentos jurídicos internacionales destinados a reducir el riesgo de accidentes nucleares y la exposición a la radiación”. En particular, pidió que los países poseedores de armamento nuclear “ratifiquen y apliquen plenamente” los principales tratados multilaterales en la materia, como el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW) y el Tratado sobre la Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE).

“La Santa Sede reafirma su convicción de que el desarme nuclear no es una utopía, sino una exigencia moral y política urgente”, sostuvo el diplomático vaticano.

Uso responsable de las tecnologías médicas

El delegado de la Santa Sede también abordó el uso de la radiación en el ámbito médico, a la luz del informe 2024 del Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR).

“Las tecnologías médicas son fundamentales para el diagnóstico y el tratamiento, pero deben emplearse de forma responsable y con el máximo cuidado para minimizar los riesgos”, señaló. En este sentido, instó a los Estados a promover la formación de los profesionales sanitarios y a garantizar el acceso equitativo a tecnologías seguras y sostenibles.