Al pensar en lugares reverentes para celebrar la Santa Misa, el cofre de un maltrecho Jeep Willys en medio de un lodoso campo de maíz podría parecer, a primera vista, casi al final de la lista.

El escenario hoy nos parece muy inusual, pero en medio de la brutalidad y la miseria de la Guerra de Corea, mostró cómo el Venerable Emil Kapaun hizo todo lo posible por alimentar el alma de los soldados estadounidenses mientras servía junto a ellos como su capellán.

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La icónica foto de la “Misa en el Jeep”, la última fotografía conocida del P. Kapaun —quien moriría unos meses después en un campo de prisioneros chino—, cumple 75 años este mes, tomada el 7 de octubre de 1950, fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

La foto se erige como una de las imágenes más conocidas y queridas de su protagonista, el P. Kapaun, nacido en Kansas (Estados Unidos), quien está bien encaminado a ser declarado santo.

Scott Carter, coordinador de la Father Kapaun Guild en Wichita, Kansas, dijo al National Catholic Register que la foto de la “Misa en el Jeep” es una de las únicas fotografías del P. Kapaun en Corea que tiene fecha. Fue tomada en un campo del lado surcoreano de la frontera con Corea del Norte, menos de un mes antes de que el P. Kapaun fuera hecho prisionero.

Scott Carter, coordinador de la Father Kapaun Guild en Wichita, con una foto enmarcada de la “Misa en el Jeep” en la sede diocesana. Crédito: Cortesía.
Scott Carter, coordinador de la Father Kapaun Guild en Wichita, con una foto enmarcada de la “Misa en el Jeep” en la sede diocesana. Crédito: Cortesía.

En la imagen, el P. Kapaun está de pie en posición orans (“con las manos extendidas”), frente a su asistente arrodillado, el soldado raso Patrick Schuler, durante la Misa; viste no sólo sus ornamentos sacerdotales, sino también botas de combate embarradas. Como capellán, el P. Kapaun proporcionaba los sacramentos a los hombres a su cuidado donde fuera y como fuera que pudiera.

Lejos de ser una imagen acartonada de otro siglo, el contenido de la foto, de una manera muy real, sigue vivo hoy. La hija del soldado arrodillado en la fotografía, Peggy, viene y recorre la Peregrinación del Padre Kapaun cada año en honor al P. Kapaun, dijo Carter. Y en todo el país todavía se celebran ocasionalmente “Misas en Jeep” para honrar al P. Kapaun y dar gracias por su santo sacerdocio y sacrificio.

Peregrinos participan en la Misa sobre el cofre de un Jeep durante el Camino de Kansas, emulando una famosa foto del P. Emil Kapaun. Crédito: Cortesía.
Peregrinos participan en la Misa sobre el cofre de un Jeep durante el Camino de Kansas, emulando una famosa foto del P. Emil Kapaun. Crédito: Cortesía.

“Creo que, de muchas maneras, [el mensaje del P. Kapaun] es la esperanza. Y no es algo de lo que hablemos, pero la esperanza es una necesidad fundamental para nosotros como seres humanos. Incluso para afrontar cada día, la necesitamos. Y muchas veces podemos obtenerla de nuestro entorno, pero para mucha gente es difícil encontrarla en nuestra época o en nuestra cultura. … Él estaba decidido a llevarla a todas partes”, dijo Carter.

Persiguiendo el sacerdocio

Emil Kapaun nació en 1916 y creció relativamente pobre en una granja del pueblo rural de Pilsen, Kansas, a aproximadamente una hora al norte de Wichita. La llamativa —y por entonces totalmente nueva— iglesia parroquial de San Juan Nepomuceno fue la parroquia de Kapaun y alimentó su fe católica y su interés por el sacerdocio.

Desde muy joven, al P. Kapaun le entusiasmaba la idea de ser misionero en tierras lejanas, pero finalmente, con el consejo de su párroco, decidió buscar el sacerdocio parroquial. Tras su ordenación en 1940, el obispo asignó al P. Kapaun a su parroquia de origen en Pilsen, pero pronto sintió el llamado a servir a sus compañeros jóvenes en el Ejército cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial.

Le tomó varios años convencer a su obispo de que se le permitiera ingresar al Ejército y servir como capellán, y finalmente fue enviado a Birmania e India en los últimos años de la guerra, aunque vio poco combate. No obstante, atendió las necesidades espirituales de los soldados y mostró gran humildad, sin querer ser reconocido por lo que hacía, sino haciéndolo porque era lo correcto.

Después de que terminó la Segunda Guerra Mundial, el obispo envió al P. Kapaun a Washington, D.C., para obtener una maestría en educación en The Catholic University of America. Sirvió por más de un año en una base del Ejército en Texas antes de ser enviado a Japón en 1949 como parte del 8º Regimiento de Caballería, 1ª División de Caballería, mientras las tensiones hervían en la península de Corea.

Cuando la guerra estalló en la península a finales de junio de 1950, el P. Kapaun estuvo entre las primeras tropas estadounidenses enviadas. Se entregó incansable y jovialmente por los hombres a su cuidado y soportó una serie de experiencias cercanas a la muerte, incluido un momento en que un francotirador le voló de la boca su pipa de tabaco de un disparo. En un momento, su equipo de Misa y su Jeep fueron destruidos, y el P. Kapaun comenzó a llevar consigo el Santísimo Sacramento, la estola de confesión, los santos óleos y un equipo para celebrar la Misa dondequiera que fuera.

Un muro de fotos y recuerdos del P. Kapaun en la sede diocesana de Wichita. Crédito: Elizabeth Knappert.
Un muro de fotos y recuerdos del P. Kapaun en la sede diocesana de Wichita. Crédito: Elizabeth Knappert.

La noche del 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, la unidad del P. Kapaun fue emboscada por una fuerza de tropas chinas abrumadoramente superior en la batalla de Unsan. Es probable que el P. Kapaun haya salvado a 30 o 40 hombres esa noche al sacarlos de las trincheras y ponerlos a salvo.

Varios de los hombres, incluido el P. Kapaun, fueron finalmente capturados y llevados a un campo de prisioneros en Pyoktong, Corea del Norte. Ese invierno, los hombres soportaron hambre, temperaturas gélidas y torturas a manos de sus captores.

Muchos de los prisioneros de guerra que sobrevivieron al campo hablan de las innumerables maneras en que el P. Kapaun ayudó física y materialmente a sus compañeros, pero por encima de todo elogian su inquebrantable esperanza y optimismo.

“Todo lo que hizo para infundir esperanza en los hombres, desde el nivel más básico de atender sus necesidades —robar comida para ellos, alimentarlos cuando ellos mismos no querían comer o quitarles los piojos del cuerpo—, todas esas cosas les enseñaron un poco sobre su dignidad y que valían la pena. Visitar a los hombres, cuando estoy seguro de que estaban aislados y solos, e intentar simplemente llevar algo de alegría o risa con chistes; y obviamente rezar con ellos también, especialmente cuando se suponía que no debía hacerlo”, dijo Carter.

Tras siete meses en el campo, enfermo y abatido por la desnutrición, la neumonía y su entrega incansable a sus compañeros, el P. Kapaun murió el 23 de mayo de 1951. Recibió póstumamente la Medalla de Honor en 2013.

Como tantos prisioneros de guerra en Corea, el cuerpo del P. Kapaun se perdió y permaneció sin identificar durante años, hasta marzo de 2021, cuando se identificaron sus restos óseos entre otros 866 soldados desconocidos de Corea enterrados en el Cementerio Conmemorativo Nacional del Pacífico, en Honolulú.

Tras un regreso triunfal pero solemne a Estados Unidos, la Misa funeral del P. Kapaun se celebró el 29 de septiembre de 2021 en el Hartman Arena de Wichita. Más de 5.000 personas se reunieron para honrarlo y recordarlo. Hoy está sepultado en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Wichita.

La tumba del P. Kapaun en la Catedral de la Inmaculada Concepción, en Wichita. Crédito: Jonah McKeown.
La tumba del P. Kapaun en la Catedral de la Inmaculada Concepción, en Wichita. Crédito: Jonah McKeown.

La Arquidiócesis de los Servicios Militares abrió la causa de canonización del P. Kapaun en 1993, y la Diócesis de Wichita la retomó en 2008. En febrero de 2025, el difunto Papa Francisco declaró “Venerable” al P. Kapaun, lo que significa que vivió una vida de virtudes heroicas. Si el Vaticano verifica que se puede atribuir un milagro a su intercesión, posteriormente será declarado “Beato”. (Un puñado de posibles milagros atribuidos a la intercesión del P. Kapaun están siendo considerados actualmente, agregó Carter).

Si Kapaun no hubiera dado su vida por sus compañeros soldados, muriendo en ese campo de prisioneros, hay una buena posibilidad de que aún hoy sería recordado —por su valentía y también por numerosos otros atributos positivos—. Pero fue el hecho de que mantuvo viva la esperanza en el campo de prisioneros, hasta el punto de su propia muerte, lo que elevó a Kapaun de “muy impresionante e inspirador” a verdaderamente santo, dijo Carter.

Hoy, el amor valiente y abnegado del P. Kapaun sirve de inspiración a los católicos de todas partes, especialmente a los jóvenes y a los católicos de Wichita, donde su imagen es casi omnipresente. Como sacerdote “de la casa” en camino a los altares, ofrece a la Diócesis de Wichita un punto focal gozoso y unificador y un modelo al que “animar” e imitar.

“Muchas veces la gente dice que la sensación de paz que tienen después de rezar con [el P. Kapaun] es algo muy profundo y poderoso. Y, obviamente, eso es algo de lo que también hablaban los hombres en los campos de batalla: que él llevó paz en medio de todo ese caos y sufrimiento y combates”, dijo Carter.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.