Cada vez más voces influyentes apuestan por que los avances en interfaces cerebro-computadora, inteligencia artificial general (AGI) y biotecnología den paso a una era transhumanista. Pero, ¿en qué consiste realmente este movimiento y cuál es la visión de la Iglesia al respecto?
Según Transhumanist FAQ 3.0, el transhumanismo como “el movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y el deseo de mejorar fundamentalmente la condición humana mediante la razón aplicada, especialmente desarrollando y haciendo ampliamente disponibles tecnologías para eliminar el envejecimiento y mejorar enormemente las capacidades intelectuales, físicas y psicológicas del ser humano”.
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Aunque el número de miembros en organizaciones transhumanistas oficiales sigue siendo pequeño, la mentalidad del movimiento está muy extendida entre desarrolladores tecnológicos influyentes y afecta decisiones clave relacionadas con el inicio y el fin de la vida que se toman a diario.
El inversionista tecnológico y figura mediática Bryan Johnson encarna los ideales transhumanistas con su estricto régimen de vida orientado a revertir el envejecimiento y ganar más tiempo, tanto para él como para sus seguidores.
Tras optimizar su sueño, dieta y rutinas de ejercicio, Johnson recurre a más de 100 píldoras de suplementos diarios, terapias de exposición a la luz y otras mejoras experimentales. Por ejemplo, utiliza rapamicina (un fármaco inmunosupresor administrado a pacientes con trasplantes de órganos), recibe transfusiones de sangre de su hijo universitario en buen estado físico y viajó a la isla caribeña de Roatán para recibir inyecciones de terapia génica con folistatina (una proteína que estimula el crecimiento muscular, usada para tratar enfermedades degenerativas como la distrofia muscular), no aprobadas por la FDA.
Este exmormón ha iniciado su movimiento “Don’t Die” (No mueras), que no teme llamar una nueva religión.
Sin llegar a declarar una religión, otras grandes figuras tecnológicas están comprometidas con soluciones tecnológicas al envejecimiento y la muerte. Por ejemplo, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, ha invertido miles de millones en Altos Labs para investigar cómo frenar y revertir el envejecimiento, mientras que el cofundador de Google, Larry Page, fundó el proyecto radical de extensión de vida Calico Labs.
Apoyo a la dignidad humana
Aunque no promueve una solución biológica a la muerte, la Iglesia está comprometida a usar innovaciones tecnológicas para ayudar a los pacientes a vivir más sanos y por más tiempo a través de su amplio sistema de salud.
La Iglesia apoya la adopción de prometedoras terapias génicas con CRISPR para la beta-talasemia, la anemia de células falciformes y tratamientos personalizados para raras condiciones metabólicas. Sin embargo, en su compromiso con la dignidad humana intrínseca, la Iglesia rechaza los proyectos tecno-pronatalistas que utilizan la fecundación in vitro (FIV) para crear embriones y luego seleccionarlos según características deseadas.
Muchos en el movimiento transhumanista están especialmente interesados en seleccionar la inteligencia para que los niños puedan innovar y guiar adecuadamente los desarrollos de la IA, evitando riesgos existenciales y promoviendo una sociedad más próspera.
Estos proyectos se presentan como “paternidad responsable”, dándoles a los hijos ventajas genéticas para sus futuras actividades. Sin embargo, tras esta retórica benigna, se esconden oscuros matices de neo-eugenesia.
Numerosos embriones creados mediante FIV son considerados indignos de la vida debido a su perfil genético y son descartados o mantenidos en suspensión perpetua. Estos proyectos transhumanistas buscan trágicamente crear una humanidad futura superior a costa de los humanos presentes.
Además, aunque planificar para las generaciones futuras es una responsabilidad moral, centrarse demasiado en proyectos a largo plazo como la colonización espacial puede distraer de urgentes esfuerzos a corto plazo para abordar injusticias sociales actuales, como el deficiente acceso a servicios básicos de salud y el daño ambiental sin control.
Junto con la ingeniería genética de la próxima generación, muchos pensadores transhumanistas se interesan en modificaciones corporales que aumenten capacidades mediante interfaces cerebro-computadora.
La misión de Neuralink, la empresa de Elon Musk, de restaurar la autonomía en pacientes con lesiones en la médula espinal o ELA, es admirable. Escuchar a Noland Arbaugh contar lo fácil que le resulta conectarse con sus seres queridos y estudiar neurociencia usando una computadora controlada por el pensamiento es alentador.
Sin embargo, el intento de potenciar la capacidad mental con millones de usuarios sanos de implantes plantea serias preocupaciones sobre la privacidad mental, la manipulación de pensamientos y los efectos en la salud mental de una conectividad tan acelerada.
Los proyectos transhumanistas más audaces apuntan a una existencia posthumana y postbiológica, mantenida mediante la inmortalidad digital.
Ray Kurzweil, exdirector de ingeniería de Google durante muchos años, predice un evento de singularidad marcado por un crecimiento tecnológico acelerado, sistemas de IA capaces de auto-mejorarse y una fusión entre humanos y máquinas que traería mejoras inimaginables a la existencia humana. Algunos esperan que los avances en la IA permitan la preservación y transferencia de la conciencia humana.
Sin embargo, estos esfuerzos, en el mejor de los casos, solo pueden proporcionar una copia de los datos de la persona fallecida. No logran preservar a la persona humana encarnada. Además, la esperanza equivocada de una inmortalidad digital puede desalentar a las personas de aceptar con serenidad su finitud terrenal, mientras ponen su esperanza definitiva en la resurrección del cuerpo.
Los intentos de abandonar el cuerpo frágil y vulnerable también pueden afectar negativamente la forma en que son tratados quienes enfrentan enfermedad o discapacidad. Asimismo, si alguien llega a convencerse de que el valor de la vida depende principalmente de la capacidad física y psicológica, la tentación del suicidio asistido y la eutanasia en momentos de declive y sufrimiento se vuelve más fuerte.
Cuidar del bienestar corporal es un deber cristiano, pero la verdadera dignidad no se basa en la fuerza física ni en la agudeza mental. El cuerpo vulnerable no es solo un problema que hay que tolerar, sino la realidad a través de la cual se ejercen virtudes como el cuidado, la paciencia, el servicio, la empatía y el coraje. Mejoras seguras y eficaces en la cognición, la salud física y el bienestar emocional —ya sea por medio de fármacos, genética u otras biotecnologías— pueden contribuir a una buena vida si se usan con sabiduría, pero no pueden garantizar el crecimiento moral o espiritual.
‘Transhumanismo católico’
Los católicos deben dialogar con los transhumanistas que buscan sinceramente mejorar la condición humana a través de herramientas tecnológicas. Autores no cristianos reconocen que la Iglesia Católica fue en su tiempo el Silicon Valley de la época: un centro bien conectado y financiado de innovación en astronomía, arquitectura, agricultura, ingeniería, salud, asistencia social y muchos otros campos.
Sacerdotes católicos lideraron descubrimientos en cosmología del Big Bang, genética, geología e incluso los hipervínculos de internet. Juntos, pueden colaborar para mejorar la salud y guiar las intervenciones biotecnológicas de un modo que respete la dignidad fundamental de los pacientes vulnerables.
Expresiones religiosas del transhumanismo incluyen la Mormon Transhumanist Association y la Christian Transhumanist Association, que ven en las tecnologías emergentes herramientas cruciales para alcanzar metas cristianas tradicionales de transformación espiritual. No obstante, muchos transhumanistas líderes consideran su movimiento como una alternativa racional y científica —e incluso una mejora— respecto a las religiones tradicionales.
Por ejemplo, Max More, cofundador del Extropy Institute (antecesor de la World Transhumanist Association), afirma que “además de la falsedad e irracionalidad de la religión, esta ha tenido la consecuencia desafortunada (identificada por Ludwig Feuerbach) de degradar a la humanidad”. Propone al transhumanismo como una fuerza liberadora para la creatividad humana y el progreso continuo. Sin embargo, el movimiento transhumanista contemporáneo, aunque en gran parte secular, tiene sorprendentes raíces católicas.
Siglos antes de que autores seculares como Julian Huxley escribieran sobre el transhumanismo como la evolución tecnológica dirigida por el hombre, Dante afirmaba que la experiencia transhumanizadora de la transfiguración celestial es tan sublime que ni siquiera su genio poético podía expresarla plenamente en palabras. En el Paraíso (Canto I, 70-71), escribió: “Trasumanar significar per verba, non si poria” (“Traspasar lo humano no puede expresarse con palabras”).
El transhumanismo católico está enraizado en el don de la gracia y en la libre colaboración con Dios. La theosis transhumanizadora se centra principalmente en el crecimiento en virtud y la docilidad al Espíritu Santo. La divinización católica es una elevación abierta a todos, en cualquier condición o circunstancia, no solo a los más fuertes física o intelectualmente.
Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.

