En el 42° aniversario de la Virgen del Rosario de San Nicolás, una multitud se congregó en el santuario dedicado a esta advocación en Argentina, para celebrar a la Madre con una procesión y una Misa presidida por el Obispo de San Nicolás, Mons. Hugo Santiago.

Como cada año, una multitud de peregrinos llegó este 25 de septiembre a la ciudad de San Nicolás para participar de los festejos en honor de Nuestra Señora del Rosario, una de las muestras de fe más importantes de Argentina.

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A 42 años de su primera aparición, el lema de su fiesta, en consonancia con el año jubilar, fue “María, vos sos nuestra esperanza”, y las celebraciones comenzaron a las 00:00 horas con la Misa de bienvenida a la Virgen, presidida por Mons. Santiago.

El Obispo presidió también la Misa central, que se celebró a las 16:00 horas. En su homilía, tomando una reflexión del Papa León XIV, el obispo recordó que Jesús “no muere en silencio, no se apaga como una luz que se consume, sino que deja la vida con un grito”, que además de encerrar “dolor, abandono, fe, ofrenda”, se trata de “un grito de esperanza”.

“El llanto y el grito son un signo de esperanza, porque lo hacemos ante quien nos puede ayudar”, observó el prelado, y en el caso de Jesús, señaló que Dios “con la respuesta de la Resurrección, nos sorprenderá a todos con lo impredecible, con lo inimaginable”.

De allí que el mensaje más claro es “esperar contra toda esperanza, porque Dios siempre puede intervenir”.

“Quien grita con esperanza, quien llora con esperanza, piensa que todavía hay algo que se puede hacer o Dios puede hacer algo”, afirmó, incluso ante situaciones actuales como los centenares de familias de la sociedad que están sufriendo despidos masivos, ante la enfermedad terminal de un joven, ante un vínculo que se rompió, o frente a tantos hermanos que están bajo la esclavitud de las drogas.

“En todos estos casos sucumbimos a la impotencia”, lamentó Mons. Santiago, exhortando a “poner en práctica la actitud de Cristo en la cruz: tenemos que gritar llorando, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? No como un grito de impotencia, sino como un llanto de esperanza”.

En ese sentido, llamó también a “llorar ante la Virgen, pidiendo la sabiduría que siempre busca y encuentra caminos de humildad, de diálogo, de reconciliación. La Virgen, como en Caná, intercederá ante Jesús y Dios te puede sorprender con la fiesta del reencuentro, de la reconciliación”.

Asimismo, llamó a escuchar los gritos de la humanidad, venciendo la apatía y la indiferencia, “los gritos silenciosos de tantos niños que fueron ultimados en el seno de sus madres por una ley insensata de quien no tuvo conciencia de que, si la ley que dictó hubiese estado vigente cuando él estaba en el seno de su madre, hoy probablemente no existiría”. 

“Tenemos que escuchar los gritos como quien se queja ante quien lo puede ayudar porque en esta cultura de muerte pragmática e insensible, donde se descarta lo que no produce, se intenta legalizar la eutanasia con la excusa de evitar el sufrimiento”, añadió. 

“La vida es un regalo de Dios y nosotros que somos simples criaturas no tenemos la autoridad de ponerle fin por nuestros propios medios”, recordó el prelado, llamando finalmente a recurrir a la Virgen Dolorosa, quien, “como Jesús, también lloró como un gesto de esperanza, como una queja ante el Padre, confiando y creyendo en lo inaudito, en lo impredecible. Y lo impredecible se produjo”.

“Hoy con el nombre de María del Rosario de San Nicolás, la Virgen nos invita a gritar ante los desafíos dolorosos de nuestro peregrinar con un grito pacífico y de esperanza que confían en Dios Padre capaz de lo inaudito”, sostuvo.

“¡Viva María del Rosario, en la que podemos esperar!”, concluyó, pidiendo un aplauso fuerte para la Virgen.

Los peregrinos continuaron llegando durante todo el día, y participaron de la tradicional procesión por las calles de la ciudad con la imagen de la Virgen, finalizando al llegar a la explanada del santuario con la despedida en la que los fieles arrojaron una lluvia de pétalos

Las autoridades locales entregaron una ofrenda floral a la imagen de la Virgen, emblema de la fe de San Nicolás, y la celebración culminó con el Himno Nacional Argentino.