En el marco del Jubileo de la Consolación, dos madres, la italiana Lucía Di Mauro y la estadounidense Diane Foley, compartieron cómo el sufrimiento por la muerte violenta de sus seres queridos se transformó, gracias a la fe, en caminos de perdón, reconciliación y esperanza.
Los testimonios fueron compartidos este lunes 15 de septiembre durante la vigilia de oración en la Basílica de San Pedro, como parte de la liturgia que presidió el Papa León XIV.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Lucía Di Mauro: “El dolor puede destruir o convertirse en semilla de bien”
El 4 de agosto de 2009, la vida de Lucía Di Mauro cambió para siempre. Su esposo, Gaetano Montanino, guardia jurado de 45 años, fue asesinado por un grupo de jóvenes mientras trabajaba en la plaza del Carmine, en el centro histórico de Nápoles.
“El dolor era tan grande que me quitaba el aliento, como si estuviera bajo el agua, sepultada bajo una piedra pesadísima”, recuerda. “Un dolor que parecía infinito, una marca grabada en el alma. En esa oscuridad encontré fuerza en la fe, que no borró las lágrimas ni la rabia, pero me permitió seguir adelante, caminar incluso cuando parecía imposible”.
Lucía comprendió que tenía dos opciones: dejar que el dolor la consumiera o permitir que se convirtiera en algo nuevo. “Aprendí que el dolor puede destruir o convertirse en una semilla de bien, si tenemos el valor de afrontarlo”.
Su experiencia como trabajadora social le permitió ver con otros ojos. “Aquellos muchachos no eran los únicos responsables del mal causado a mi esposo, sino fruto de nuestras malas decisiones, de nuestra indiferencia hacia los barrios más difíciles, donde los jóvenes no tienen nada y solo conocen la violencia”.
Uno de los asesinos, Antonio, tenía apenas 17 años y pronto sería padre. Tras cumplir años en un correccional de menores, buscó el encuentro con Lucía para pedirle perdón. Ella confiesa: “Antes de verlo, yo tenía miedo, porque lo imaginaba como un monstruo. Frente a mí, en cambio, encontré a un muchacho que temblaba, que lloraba, que pedía perdón, y lo único posible fue un largo abrazo”.
De ese gesto nació en ella la convicción de que el dolor podía transformar. “Perdonar no significa borrar lo que sucedió, sino liberarse del odio, no reducir al otro al delito cometido. La reconciliación requiere un encuentro activo, y eso fue lo que permitió a Antonio construirse una nueva vida y a mí dar sentido a la muerte de mi esposo”.
Hoy, con el apoyo del P. Luigi Ciotti y la asociación Libera, Lucía lleva su testimonio a escuelas y cárceles, convencida de que “cada muchacho que se equivoca, cada joven que cae, puede renacer si alguien cree en él, si alguien le tiende la mano, si alguien lo acompaña de verdad”.
“La sangre derramada nunca es en vano si sabemos transformarla en bien. La consolación de Dios pasa por las manos de quien elige amar, acompañar, dar testimonio”, subraya.
Diane Foley: “En Cristo, el mal puede transformarse en algo bueno”
La estadounidense Diane Foley, madre del periodista católico James Foley, también narró cómo la fe fue sostén en su camino de dolor.
En 2012, su hijo fue secuestrado en Siria mientras trabajaba como periodista independiente. “Durante casi dos años fue privado de alimento, torturado y, finalmente, decapitado públicamente en agosto de 2014, por ser periodista estadounidense y cristiano”, recordó.
“Me tambaleaba bajo el peso de esa pérdida, insegura de si podría seguir adelante”, dijo. “En esos momentos oscuros, recé desesperadamente por la gracia de no volverme amarga, sino de ser misericordiosa y capaz de perdonar”.
En 2021, dos de los yihadistas que habían secuestrado y torturado a Jim fueron arrestados y llevados a juicio en Virginia. Alexanda Kotey, uno de ellos, se declaró culpable de los ocho cargos de secuestro, tortura y asesinato, y sorpresivamente ofreció reunirse con las familias de las víctimas.
Foley cuenta el respecto: “Solicité un encuentro con Alexanda porque sabía que Jim habría querido comprender por qué se había radicalizado, y yo quería compartir con él quién había sido Jim. A medida que se acercaba la fecha, empecé a dudar, mientras otros me aconsejaban no reunirme con él, diciendo que solo me mentiría”.
Sin embargo, ella cuenta que, tras mucha oración y recibir el apoyo de una amiga y algunos abogados, se hizo posible esta reunión. “Aunque al principio fue incómodo, los tres días de encuentros se convirtieron en momentos de gracia. Dios me dio la gracia de verlo como a un hermano pecador necesitado de misericordia, como yo”, cuenta Foley.
De esa experiencia nació la James W. Foley Legacy Foundation, que ha impulsado cambios en la política de rehenes de Estados Unidos y capacita a periodistas en seguridad. “Este trabajo ha sido profundamente sanador para mí. Es prueba de que, en Cristo, el mal puede transformarse en algo bueno”, afirmó.
Tanto Lucía como Diane coinciden en que la fe les permitió no quedarse atrapadas en el odio ni en la venganza. “El dolor es enorme, pero puede convertirse en fuerza”, asegura Lucía. Y Diane añade: “Cada uno de nosotros carga una cruz… pero cuando invitamos a Jesús y a María a caminar con nosotros, siempre hay esperanza y sanación”.



