“El Espíritu Santo nos pide recorrer esta etapa del Sínodo con mente y corazón abiertos, y a responder con alegría, valentía y generosidad a lo que Él nos pida para el bien de la Iglesia y de la sociedad”, afirmó el Cardenal Luis Cabrera, Arzobispo de Guayaquil, en la inauguración del VIII Sínodo Arquidiocesano.
El purpurado subrayó que este acontecimiento es un nuevo tiempo de gracia para la Iglesia local: “Nos aprestamos a vivir un nuevo Kairós en y para nuestra Iglesia guayaquileña. Jesús nos recuerda: el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca (Mc 1,15). De nosotros depende ser canales de gracia o muros de obstáculo, puentes de salvación o barreras que oscurecen el camino”.
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Después de 27 años, Guayaquil celebra nuevamente un sínodo arquidiocesano, inaugurado el lunes 25 de agosto con una Eucaristía presidida por el Nuncio Apostólico en Ecuador, Mons. Andrés Carrascosa, bajo el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
“El Sínodo no es un evento reservado a la Iglesia, sino una oportunidad para toda la ciudad. Busca promover una cultura de paz, justicia y solidaridad, ofreciendo signos de esperanza a quienes viven en situaciones de exclusión, migración, pobreza o violencia”, señalaron los organizadores.
El P. Omar Mateo, canciller de la Arquidiócesis y secretario general del Sínodo, explicó que este proceso es “caminar juntos a través de la escucha, de la participación, de la sinodalidad, del discernimiento y de la toma de decisiones para que esta Iglesia de Guayaquil camine junto con los principios del Evangelio”.
La hermana Fanny Valdiviezo, misionera de María Estela Maris, expresó que participar es “una bendición de Dios poder estar reunidos, los presbíteros, las religiosas, los laicos y juntos dejarnos guiar por lo que el Espíritu Santo inspire en este caminar de la Iglesia”.
Por su parte, Marta Cecilia Villafuerte, coordinadora de la pastoral de los niños por nacer, recalcó que por primera vez esta pastoral aporta en el proceso: “La expectativa es bastante grande, pero mucho más grande es el compromiso de ser la voz de los que no tienen voz, pero sí tienen derechos, los niños por nacer”.
Retos y frutos esperados
En las sesiones plenarias se abordarán tres desafíos principales:
Fortalecer la comunión y la participación en la misión evangelizadora, con una pedagogía de escucha y discernimiento.
Crear estructuras que hagan posible una vivencia sinodal en la vida comunitaria.
Traducir en acciones concretas las respuestas recogidas en la primera fase del proceso.
Entre los frutos esperados están una Iglesia más participativa en la toma de decisiones, consejos pastorales y económicos fortalecidos, apertura a los entornos culturales y digitales, y un compromiso concreto con los más vulnerables, como migrantes, enfermos y jóvenes sin oportunidades.
El VIII Sínodo Arquidiocesano de Guayaquil, afirman sus organizadores, no se limita al ámbito religioso: es un ejercicio de corresponsabilidad y de construcción del bien común que invita a mirar con esperanza el futuro de la ciudad y del país.

