“Soy un pobre sacerdote que va en busca del amor”, dice con sencillez Mons. Esteban Puig Tarrats, sacerdote que este 2025 cumple 70 años de vida sacerdotal. A sus 93 años, no se ha jubilado y escribe un nuevo libro sobre la Virgen María.
Mons. Puig nació el 22 de mayo de 1932 en Bañolas (Banyoles), Girona, España. Fue ordenado sacerdote en 1955 y llegó al Perú el 22 de enero de 1960, cuando tenía 27 años. Desde 1972 tiene también la nacionalidad peruana. Actualmente reside en el Seminario Mayor “San José”, en Cañete, donde sigue acompañando espiritualmente a los futuros presbíteros.
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Sacerdote y misionero incansable, Mons. Puig celebra su 70º aniversario sacerdotal recordando con emoción los momentos que marcaron su vida, desde los horrores de la Guerra Civil española hasta su incansable labor pastoral en zonas rurales del país andino.

Un llamado marcado por la historia
Su vocación nació durante la Guerra Civil Española, marcada por la persecución religiosa. “¿Por qué me hice sacerdote? Es que después de la guerra en España… habían matado a más de 800 sacerdotes. Nosotros los jóvenes teníamos un afán de sustituir a estos hombres”, afirma Mons. Puig al iniciar esta entrevista con ACI Prensa.
“En mi casa había un sacerdote escondido en la terraza. Yo tenía seis años. Un día lo vi bajar, envuelto en una bata, y grité: ‘¡Papá, un hombre!’. Mi hermano mayor reaccionó rápido, se puso la bata y dijo: ‘Ese hombre soy yo’. Si nos descubrían, nos mataban a todos”, recuerda.
“Ese sacerdote nos había bautizado a todos y era muy amigo de la familia. Después me dijo en broma: ‘Casi nos matas’”, añade Mons. Puig.
Aquella experiencia despertó en él una profunda admiración por el sacerdocio. “En mi pueblo, después de la guerra, veinte jóvenes entramos al seminario. Ocho o diez llegaron a ordenarse”.
Cuando fue ordenado, Mons. Puig sintió el deseo de venir a América, respondiendo al llamado del Papa Pío XII. Así llegó al Perú, como parte de una iniciativa de cooperación misionera entre las diócesis.
“El sacerdote que venía debía contar con el consentimiento del obispo que lo enviaba y del que lo recibía. Algunos, lamentablemente, abandonaron la vocación. Pero otros nos quedamos”, señala.

Hoy, siete décadas después, Mons. Puig sigue viviendo su vocación con alegría. “Ser sacerdote es algo fundamental. Y como dice la canción: yo soy un pobre sacerdote que va en busca del amor”.
Un Perú que transformó su sacerdocio
Desde Yauyos hasta Piura, pasando por Arequipa y Chiclayo, su ministerio ha estado al servicio de los pobres. “Me encontré con pueblos donde hacía 20 años que no llegaba un sacerdote. Yo iba de pueblo en pueblo, atendía las Misas, los entierros…”, cuenta.
En sus primeros años en el Perú (1960–1974), trabajó en la Prelatura de Yauyos, Huarochirí y Cañete como promotor de vocaciones, organizador de misiones populares y formador en la catequesis. Luego, en la Arquidiócesis de Piura (1974–1996), impulsó obras sociales, construyó templos y fundó el colegio infantil “Ángel de la Guarda”, la Casa Nazareth, el CEO Prolabor, comedores y postas médicas, especialmente durante el fenómeno de “El Niño”.
“¿Por qué hice el centro infantil? Porque noté que los niños lo necesitaban. ¿Quién me inspira eso? Algo hay del Espíritu Santo”.
La Virgen lo salvó de caer por un precipicio
“Siempre he notado que el sacerdote tiene una protección especial de la Virgen”, asegura. “He sentido que Ella me ha guiado, me ha protegido, incluso cuando estuve a punto de caerme al precipicio con una mula. Le decía: ‘¡atrás, atrás!’, y me hizo caso. El ángel también ayudó”, cuenta entre risas.

Esta devoción mariana lo ha llevado a preparar su más reciente libro, dedicado enteramente a las advocaciones marianas del Perú. “Cada parroquia tiene su Virgen. He escrito artículos sobre esto por años y quiero recopilarlo todo con fotos. Será mi regalo a Ella”.
Mons. Puig ha conocido de cerca a tres papas (San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) y no duda en expresar su admiración por el Papa León XIV: “Este Papa es providencial. Ha vuelto a lo tradicional, como antiguamente. Y lo importante es que trabaja con los pobres. Eso es lo que el Espíritu Santo suscita”.
Tampoco olvida a Benedicto XVI, a quien considera un “San Agustín moderno”. “Un Papa con la sabiduría de 20 teólogos y la sencillez de un niño”.
En 2011, fue distinguido por Benedicto XVI con el título de Prelado de Honor de Su Santidad.
Un sacerdocio de pueblo
A lo largo de su vida, ha recogido refranes y expresiones populares que publicó en libros de folklore piurano. “El pueblo tiene una sabiduría preciosa. Una vez, un hombre de la sierra me dijo: ‘Padre, llevo tres horas caminando para ir a Misa y mientras voy caminando voy sacando florcitas que me las pongo a la boquita, porque voy a recibir al Señor’. ¡Qué fe más grande!”, exclamó.
Para él, estar cerca del pueblo es el corazón de su sacerdocio. “No seamos tan serios, como decía el Papa Francisco, ni rígidos ni mermelada. Hay que estar con la gente. Yo cuando veo a un anciano en Lima, me acerco, les hablo”.
La Santa Misa, oración y Santo Toribio de Mogrovejo
“La Misa es el misterio más impresionante. Un hombre convierte el pan en el Cuerpo y el vino en la Sangre de Cristo. ¿Por qué? Porque Dios te ha elegido. Eso es todo”, explica con convicción.
Y agrega: “Mi oficio es rezar. Rezamos por los problemas de la gente. Nadie más puede hacer esto por ellos como el sacerdote. El sacerdote que no reza, falla”.
Al cumplir sus 70 años de sacerdocio, Mons. Puig guarda una consigna que recuerda de Santo Toribio de Mogrovejo, su gran modelo: “Es hora de caminar”.
“Todos estos años siempre he estado con la protección de la Virgen y del ángel de la guarda. He caído del caballo, pero siempre me he levantado. Como Santo Toribio, que fue padre de pobres y formador de una sociedad. Gracias a él se configuró la Iglesia peruana”.
El legado que desea dejar
A través de sus libros, de sus cartas a seminaristas, de sus reflexiones espirituales, Mons. Puig desea dejar un mensaje claro: “La cultura humaniza. La fe se transmite también con arte, música, poesía, tradición…”.

En su vasta producción intelectual destacan obras como Breve Diccionario Folclórico Piurano, Introducción a la historia antigua del Perú, La Aurora de América, La mirada de María, Es hora de caminar (sobre Santo Toribio) y Marcando huellas. Ha escrito también numerosos artículos periodísticos, comentarios dominicales del Evangelio, ponencias, e incluso himnos religiosos.
Al finalizar la entrevista, Mons. Puig concluye con su característico humor: “A mí me gusta estar en el suelito, con la gente sencilla. Y hablar con ellos. Pero no me preguntes la hora… que eso es lo único que nunca sé”.


