Cinco años después de la trágica explosión en el puerto de Beirut (Líbano) que dejó más de 200 muertos, más de 7.000 heridos y 300.000 personas sin hogar, los cristianos libaneses siguen luchando contra las secuelas del desastre, pero aferrados a su fe.

“Cuando regresé, encontré la casa derrumbada. Sólo había una ventana, nada más. Simplemente no estaba ya más allí”, relató a Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) Affifeh Bachir, una mujer de 73 años que ese día no estaba en su casa, destruida por la explosión del 4 de agosto de 2020.

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Desde entonces, su vida cambió radicalmente. “Solía comprar todo lo que quería. Ahora debo pensarlo dos veces antes de comprar fruta. Todo es caro y me cuesta conseguir mis medicamentos”, asegura.

“Solía caminar y sentirme segura. Ahora, siento que ya nada es seguro, no como lo era antes de la explosión”, añade.

Para el joven Maroun El Khawand, que tenía 16 años en ese momento, la experiencia también marcó su vida: “Afortunadamente, no sufrimos daños físicos, fue un milagro, ya que habíamos pasado por la zona sólo una hora antes”, contó a ACN.

Al día siguiente, al volver al lugar, quedó impactado: “Todo el vecindario frente al puerto fue destruido, como si hubiera sido arrasado. No había ventanas e incluso los muros se habían desplomado”.

Ahora con 21 años, Maroun partirá a Francia para continuar sus estudios, pero no ha renunciado a su país. “A veces hay que marcharse para poder volver con más energía. Creo que tengo un futuro en el Líbano, nunca antes había pensado en emigrar”.

Mons. Jules Boutros, obispo siro-católico del Patriarcado de Antioquía, también compartió con ACN su testimonio: “Fue lo más difícil que he experimentado en los últimos cinco años. Fue un shock; la gente no podía creer lo que había sucedido en tan sólo un instante”.

A pesar del dolor, Mons. Boutros cree que el pueblo libanés tiene una misión: “Estamos atravesando una noche oscura, y ahí es donde estamos llamados a brillar. La luz que llevamos es la luz de Jesucristo (…) No es nuestra luz, nuestra política, nuestra cultura… Es la sabiduría de la cruz y la luz de la resurrección”.

Marielle Boutros, responsable de proyectos de ACN en el Líbano, pone énfasis en mirar al futuro con esperanza, pero también siendo realistas: “La esperanza definitivamente está en el horizonte y eso es algo hermoso y digno de destacar. Pero todavía está distante y la gente está agotada”.

“Las familias tienen derecho a la justicia. Y aunque la gente habla de debilitar a Hezbolá, sus armas e influencia política permanecen”, denunció la funcionaria la fundación pontificia. Además, subraya que “el riesgo de guerra es real” debido a las amenazas constantes de Israel.

La crisis económica agrava la situación: “Los subsidios gubernamentales para medicamentos u hospitalización son limitados. La gente todavía tiene dificultades para satisfacer las necesidades básicas”, explicó.

Aunque ella decidió quedarse, reconoce que muchos no volverán: “La mayoría de los que emigran no regresan. El sistema los empuja a quedarse en el extranjero”.

Desde el primer momento, ACN estuvo presente ofreciendo ayuda de emergencia, apoyo con alimentos, y financiamiento para la reconstrucción. Hoy, cinco años después, continúa acompañando a la Iglesia local.