Además de una gran fiesta de la fe, el Jubileo de los Jóvenes es también el lugar propicio para que cada uno encuentre su camino.
“Cada uno tiene una misión propia. Y si no les ayudamos a descubrir su vocación, estamos perdiendo la batalla más importante: la del sentido”, asegura Sor Marie de L’Assomption, dominica del Espíritu Santo y secretaria general del Centre de Recherche et d’Anthropologie des Vocations (CRAV), en español, Centro de Investigación y Antropología de las Vocaciones.
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Esta iniciativa, fundada en noviembre de 2020 por el Cardenal Marc Ouellet, quiso responder a la urgencia de vocaciones con una propuesta pastoral y teológica sólida.
“La vocación matrimonial también es misión. La Iglesia no es un centro de recursos humanos para seminaristas”, asegura.
Según explica la religiosa francesa, el Centro nació para recordar a todos los bautizados —jóvenes y adultos— que la vocación no se limita al sacerdocio o la vida consagrada.
“Cuando tuvo lugar el Sínodo sobre la Amazonía, hubo algunos teólogos que pedían que los sacerdotes pudieran casarse, que las parejas casadas pudieran ser ordenadas sacerdotes, y algunas mujeres —incluso algunas religiosas— que pedían ser ordenadas”, lamenta.
Pero el Cardenal Oullet, exprefecto del Dicasterio para los Obispos, y el comité científico del CRAV pensaban que sería mejor que “cada uno fuera feliz en su propia vocación y comprendiera la belleza de esa vocación”.
“No estamos en una dialéctica marxista de oposición. Todas las vocaciones son necesarias en la Iglesia, cada una tiene su valor propio y no se puede reemplazar. Primero hay que comprender eso”, subraya esta religiosa.
Por eso, en medio del bullicio del Jubileo, el CRAV ofrece durante toda esta semana testimonios vocacionales en siete idiomas en la iglesia de Santa Maria della Traspontina, en la gran avenida que lleva hasta la Basílica de San Pedro.
La metodología es clara: una introducción antropológica sobre la vida como vocación, seguida de tres testimonios de veinte minutos cada uno —un sacerdote o religioso, una mujer consagrada y un matrimonio cristiano—, con espacio posterior para preguntas y acompañamiento personalizado.
“La vocación hace feliz”
“No son conferencias teóricas —aclara la consagrada—. Queremos que los jóvenes puedan decirse: ‘Eso también puede ser para mí’. Que escuchen cómo se puede discernir, cómo se puede ser fiel a lo largo del tiempo, cómo se supera una crisis, cómo la vocación hace feliz”.
Por el escenario, ante decenas de jóvenes, pasan religiosos, sacerdotes y laicos que cuentan cómo han vivido el llamado de Dios y cómo esa vocación ha dado forma a su vida y su misión.
“Nuestra propuesta es simple y profunda: ayudar a cada persona a reconocer su vocación personal y vivirla con alegría y fidelidad. No es un esfuerzo por defender estructuras, sino por redescubrir el don de Dios en la diversidad de llamadas”, resume.
Del Concilio Vaticano II al discernimiento de hoy
La hermana de L’Assomption subraya que la raíz de la propuesta está en la doctrina del Concilio Vaticano II, especialmente en Lumen Gentium, que recuerda que todos los bautizados están llamados a la santidad, cada uno según su camino. El CRAV —explica— quiere corregir una visión reduccionista que ha empobrecido el lenguaje vocacional durante décadas.
“Durante mucho tiempo, hablar de vocación era hablar de curas aburridos y de monjas que eran sus esclavas. Pero eso no refleja la verdad de la Iglesia. Y, peor aún, excluye a la mayoría”, detalla.
Esta ampliación del horizonte vocacional no diluye el valor del ministerio ordenado ni de la vida consagrada. Al contrario, lo reubica en un tejido de comunión eclesial.
“Hay que explicar bien por qué el sacerdocio no lo puede ejercer una mujer, pero no desde un argumento de superioridad masculina. Cada vocación tiene una misión propia que no se puede sustituir. La mujer tiene algo que decir, algo que expresar de Dios, que el varón no puede expresar. Y viceversa. Esto es lo que intentamos mostrar con la investigación teológica que promovemos”, incide.
Complementariedad de las vocaciones
Desde su creación, el CRAV —que cuenta con un comité científico internacional compuesto por una quincena de expertos de Estados Unidos, Francia, España o Canadá— se ha propuesto estudiar teológicamente —y con rigor académico— la complementariedad de las vocaciones en la Iglesia, subrayando que todas, sin excepción, tienen una dignidad propia y un lugar insustituible en el Pueblo de Dios. “El centro fue fundado para despertar la conciencia vocacional y misionera de todos los bautizados”, explica.
En esa línea, el Centro ha promovido una reflexión teológica seria sobre el significado de lo masculino y lo femenino en la Iglesia, sin reducirlo a reivindicaciones políticas o categorías sociológicas.
En 2024, organizó en Roma un segundo simposio internacional —el primero había tenido lugar en 2022— con el título “Hombre-mujer: imagen de Dios”, con la participación de teólogos, antropólogos y pastores de los cinco continentes.
“La mujer tiene una vocación específica en la Iglesia”
“Queríamos comprender el signo y la belleza de cada sexo y de cada vocación”, explica la dominica. “La mujer tiene una vocación específica en la Iglesia, el ministerio ordenado tiene otra, y el hombre debe significar algo distinto a la mujer. No es porque el hombre sea superior, sino porque cada uno representa algo que el otro no puede suplir”, agrega.
De hecho, una de las claves de la propuesta del CRAV es la noción de comunión vocacional, en consonancia con la visión del Papa Francisco sobre la sinodalidad. “La sinodalidad no es una democratización de la Iglesia. No es política. Es comprender que cada bautizado debe colaborar en relación con los otros estados de vida”, insiste la religiosa.
En este sentido, explica que uno de los retos urgentes es generar una mayor comunión pastoral y eclesial entre las distintas vocaciones: laicos casados, religiosos, sacerdotes. “Necesitamos una pastoral en la que haya verdadera cooperación entre todos: entre los matrimonios, las mujeres consagradas, los presbíteros. Todos aportamos algo distinto y todos nos necesitamos mutuamente”.




