Lo que comenzó como una excursión en comunidad terminó en tragedia cuando tres miembros del Opus Dei murieron ahogados en las cataratas Rattlesnake, en Soda Springs, California.

Dos de ellos perdieron la vida al lanzarse al agua en un intento desesperado por salvar a su amigo Valentino “Val” Creus, en un acto de heroísmo que, según quienes los conocían, reflejaba la generosidad y entrega que vivían cada día.

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Momentos antes, el hombre de 59 años se había lanzado desde un saliente junto a la pintoresca cascada, en plena naturaleza del norte de California, para darse un chapuzón. Ahora, sumergido en las aguas heladas a unos seis metros bajo ellos, luchaba por su vida.

Matt Schoenecker no lo dudó. Aficionado al ciclismo y la escalada, y además experto en clavados desde plataformas altas, este hombre de 50 años y líder de la excursión al aire libre corrió hacia el mismo saliente y se lanzó al agua tras Creus. Poco después, otro miembro del grupo, Matt Anthony, de 44 años, hizo lo mismo.

Trágicamente, los tres hombres —quienes eran conocidos miembros del Opus Dei— perdieron la vida esa tarde.

El trágico triple ahogamiento del 18 de junio fue noticia nacional. Pero los amigos de estos hombres tan queridos ven algo más que una tragedia terrenal. Algunos consideran que sus muertes representan un acontecimiento que les cambió la vida, con una profunda dimensión religiosa.

“Todos ellos eran como mis hermanos”, dijo JL Marti, ingeniero químico y también miembro del Opus Dei, al National Catholic Register. Cada uno de ellos había dedicado su vida a amar a Dios y servir a los demás, señaló.

“Nuestro Señor se ha llevado a tres de los mejores hombres del Opus Dei. No sé por qué, pero eso ha sucedido”, dijo Marti. “. Reflexionando sobre sus vidas, añadió: “Todos queremos ser como ellos eran”.

¿Quiénes eran?

Los tres hombres eran numerarios —laicos célibes que, por lo general, viven en centros del Opus Dei, muchos de ellos ubicados cerca de campus universitarios conocidos. Los numerarios suelen tener un trabajo normal o trabajar para el Opus Dei. En su tiempo libre, además de rezar, se espera que orienten a estudiantes o realicen obras de caridad.

El Opus Dei, que significa “Obra de Dios” en latín, fue fundado en 1928 por San Josemaría Escrivá (1902-1975), con el propósito de ayudar a los laicos —personas que no son sacerdotes, diáconos, religiosos o religiosas— a alcanzar la santidad a través de su trabajo ordinario.

Los tres hombres que murieron en la cascada eran personas destacadas.

Matt Anthony, exalumno de Notre Dame originario de St. Louis, estudió clásicas en la escuela de posgrado y ocupó un cargo de liderazgo en el Opus Dei, siendo el número dos en la supervisión de las actividades apostólicas de hombres en Estados Unidos y Canadá.

Matt Schoenecker, originario de Milwaukee, tenía un doctorado en ingeniería biomédica y contribuyó a mejorar los implantes cocleares para personas con problemas auditivos antes de unirse al liderazgo del Opus Dei.

Valentino Creus, nacido y criado en Filipinas, era socio en una firma de contabilidad en Los Ángeles.

Pero más que sus logros, los amigos y conocidos destacaron sus personalidades, su fe en Dios y las maneras en que servían a los demás.

El P. Joseph Keefe, sacerdote del Opus Dei que conoció a Anthony hace 25 años y vivió con él en Nueva York, dijo que Anthony era un hombre trabajador, pero también disfrutaba pasar tiempo con los amigos, fumar cigarros y hablar de deportes e historia.

“Era una de las personas más inteligentes que conocí, pero también muy sencillo y amigable.  Tenía cualidades especiales de liderazgo: sabía cómo inspirar a las personas y, por eso, le confiaron muchas responsabilidades dentro del Opus Dei”, dijo el P. Keefe por correo electrónico.

Aunque Anthony siempre estaba ocupado, se enfocaba completamente en la persona que tenía delante.

“Se notaba que, cuando estabas con él, en ese momento tú eras la persona más importante del mundo”, dijo el P. Luke Mata, sacerdote del Opus Dei en Los Ángeles.

Schoenecker dirigió un programa de mentoría para estudiantes de secundaria y un campamento de verano para niños, mientras fue director de un centro del Opus Dei en Los Ángeles durante 14 años, antes de mudarse a Nueva York el año pasado. Marti contó al Register que un estudiante de secundaria recordó recientemente que Schoenecker siempre mantenía la calma, sin importar cómo se comportaran los chicos.

“Tenía un carácter afable y sencillo, muy accesible, siempre con su sonrisa perenne y su sentido del humor contagioso. Tenía una risa explosiva. Siempre tenía un chiste en la punta de la lengua. Parecía estar siempre a punto de contar uno”, dijo el P. Keefe.

Val Creus era extrovertido, lleno de bromas y siempre alegre. Le gustaba conectar a las personas y siempre tenía tiempo para ayudar.

Su hermana menor, Lourdes Creus, de 49 años, lo describió como un coach de vida. Entre los muchos consejos que solía dar: ir a confesarse una vez por semana y llevar a tus hijas contigo. “Nunca sabes cuándo Dios te va a llamar”, solía decir.

Los compañeros de baloncesto apodaban a Creus, que medía aproximadamente 1.63 metros, “La Ardilla Voladora”.

“Era una bestia en la cancha, muy rápido”, dijo George Cassar, de 60 años, quien vivió con él en centros del Opus Dei durante la mayor parte de los últimos 38 años.

En todo lo que hacía —incluyendo guiar a estudiantes universitarios y ofrecer dirección espiritual a hombres casados en el Opus Dei—, Val se entregaba por completo.

“Cuando él decide amar, ama con furia”, dijo Lourdes.

Matt Meeks, de 42 años, que vive en el sur de Minnesota y conoció a Creus en Los Ángeles hace unos 15 años, dijo que dependía mucho de Val y hablaban frecuentemente por teléfono.

“Era un hombre profundamente espiritual, pero siempre mantenía las cosas ligeras, y de repente, sin esperarlo, te soltaba una sabiduría profunda. Era un tipo divertido, y justo cuando lo necesitabas, te daba el mejor consejo”, dijo Meeks, quien dirige Catholic Ventures, creadores de Tiny Saints.  

El P. Mata expresó que Matt Schoenecker, Matt Anthony y Val Creus personifican la institución.

“Eran las personas más normales del mundo. Y, sin embargo, la forma en que murieron —dos de ellos tratando de salvar la vida del otro— fue heroica. Y, para ellos, eso era normal. Creo que es un regalo que Dios está dando a sus familias y a la Iglesia”, indicó.

“La santidad es muy ordinaria. Y, sin embargo, a veces Dios la pone bajo el reflector para que pueda ser vista”, concluyó.

Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en National Catholic Register.