El Papa Francisco dio señales de que sería un pontífice diferente desde los primeros minutos de su pontificado.

Al aparecer en la logia de la Basílica de San Pedro, el primer papa en adoptar el nombre del santo de Asís no quiso ponerse la tradicional capa roja para la ocasión. Cuando los cardenales que lo acababan de elegir subieron a los autobuses que los llevarían a una comida de celebración, el Papa rechazó su automóvil privado y se montó en el autobús con ellos. Poco después se anunció que no se mudaría al Palacio Apostólico sino que se quedaría en la casa de huéspedes del Vaticano donde se había alojado durante el cónclave.

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Con estos y muchos gestos similares, el Papa transmitió repetidamente su rechazo a todo lo que tuviera un aire de realeza, ganándose elogios generalizados por su humildad y el título informal de "el papa del pueblo".

También mostró la audacia con la que se comportaría durante todo su pontificado, transformando una institución profundamente tradicional más de lo que la mayoría de los observadores podrían haber imaginado posible en solo doce años.

En el otoño boreal de 2012, pocos meses antes de la renuncia del Papa Benedicto, el Vaticano organizó un sínodo sobre la Nueva Evangelización, un importante proyecto del papa alemán centrado en revivir el catolicismo en un Occidente cada vez más alejado de la fe. El Cardenal Donald Wuerl, de Washington, uno de los líderes de la asamblea, denunció el "tsunami de secularismo" que azotaba la sociedad moderna. Otros oradores se centraron en el aspecto contracultural, con advertencias contra el relativismo y el declive de los valores tradicionales ejemplificados por el auge del matrimonio entre personas del mismo sexo.

El Vaticano bajo el Papa Francisco fue una historia diferente. Organizó cinco sínodos, el último de los cuales incluyó a mujeres como miembros votantes, donde los participantes pidieron liberalizar la enseñanza o práctica de la Iglesia en temas que incluían el divorcio, la homosexualidad, los sacerdotes casados y la ordenación de mujeres. El Dicasterio para la Doctrina de la Fe permitió la bendición no litúrgica de parejas del mismo sexo. Funcionarios de la Academia Pontificia para la Vida argumentaron públicamente que la anticoncepción, tradicionalmente prohibida por la enseñanza católica, podría ser lícita en algunos casos.

El Papa que al inicio de su Pontificado exhortó a los jóvenes católicos a “armar lío” se deleitó cambiando normas y haciendo caso omiso de tradiciones. Fue revolucionario no solo en el cambio que provocó en la Iglesia sino en los métodos que usó. Apenas modificó la letra de la doctrina católica, más allá de fortalecer el lenguaje del Catecismo contra la pena de muerte, pero reajustó los énfasis, menos a través de declaraciones magisteriales oficiales y más en sus interacciones con la prensa.

El Papa Francisco realizó más de 40 conferencias de prensa durante vuelos y concedió más de 200 entrevistas, incluidas más de 70 con la extensión de un libro, según un recuento del veterano periodista vaticano Luis Badilla. Ningún papa había hecho algo similar.

Sus declaraciones más famosas fueron las que hizo a periodistas, sobre todo una pregunta retórica sobre la homosexualidad y el sacerdocio que planteó durante su primera conferencia de prensa en 2013: "¿Quién soy yo para juzgar?". Esas palabras se convirtieron en el lema no oficial de su pontificado, ampliamente entendido como reflejo de una actitud indulgente en ética sexual y, más generalmente, un enfoque conciliador hacia la cultura contemporánea. Fue una impresión que no hizo nada por disipar, y mucho por reforzar, durante los años siguientes.

"No podemos insistir solo en temas relacionados con el aborto, el matrimonio homosexual y el uso de métodos anticonceptivos", dijo el Papa Francisco al sacerdote jesuita Antonio Spadaro en una entrevista pocos meses después de su elección. Si bien dijo que se adhería a la enseñanza católica en esas áreas, insinuó que los líderes de la Iglesia se habían "obsesionado" con ellos. "Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio", dijo.

Aunque el Papa expresó a menudo su odio al aborto, que comparó con contratar a un sicario para resolver un problema, prestó mayor atención a la desigualdad económica, los derechos de los migrantes y la protección del medio ambiente. Ese énfasis condujo a tensiones con la mayoría de los obispos estadounidenses que continuaron afirmando que la oposición al aborto era su "prioridad preeminente".

El Papa Francisco cambió el liderazgo de la Iglesia de manera notable. Nombró a laicos y mujeres para dirigir importantes oficinas de la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano. Puso a una monja a cargo de supervisar las órdenes religiosas en todo el mundo, con un cardenal como su adjunto. Fueron cambios pequeños según los estándares del mundo secular, pero dentro del Vaticano se sintieron radicales.

El difunto papa aportó una diversidad regional sin precedentes al Colegio Cardenalicio, reduciendo la proporción de Europa y Norteamérica mientras aumentaba la participación del Sur Global, incluyendo los primeros cardenales en la historia de varios países con números minúsculos de católicos, como Laos, Tonga y Myanmar. Rompió con la tradición de dar el capelo cardenalicio a los arzobispos de sedes importantes como Milán, Los Ángeles y Sídney, y fue más propenso a elegir hombres de tendencia progresista. Estos cambios sin duda afectarán la dinámica del próximo cónclave, aunque de maneras difíciles de calcular, ya que el Papa Francisco reunió a sus cardenales para una discusión abierta solo una vez, en febrero de 2014, y la mayoría son desconocidos entre sí.

Los cambios del difunto papa en el Sínodo de Obispos están potencialmente entre sus reformas institucionales más significativas. Al incorporar laicos y mujeres como miembros votantes de una asamblea que había estado limitada casi exclusivamente a la jerarquía, y al adoptar su informe final en 2024 como parte de su magisterio ordinario, el Papa Francisco estableció un importante precedente para una consulta más amplia de los católicos en el desarrollo de la doctrina. También usó el sínodo como foro para discutir algunos de los temas más controvertidos en la Iglesia, incluidos los relacionados con el sexo y el género.

Sin embargo, la gran paradoja del Papa Francisco es que el campeón de la descentralización sinodal y azote del "clericalismo" —esa acusación fue una de las más graves en su rico léxico de denuncia— ejerció el poder del cargo tan enérgicamente como cualquier otro pontífice en la historia moderna.

El Papa Francisco emitió casi el doble de motu proprios, el equivalente papal de las órdenes ejecutivas, que sus dos predecesores inmediatos combinados en un período casi tres veces más largo. Podía ser arbitrario y autocrático, sacando a un cardenal de las filas de electores por presuntos delitos antes de ser sometido a juicio. Durante la investigación del fallido acuerdo inmobiliario de Londres que culminó en ese épico juicio de 10 acusados, el papa cambió la ley vaticana varias veces de maneras que, según los abogados de los acusados, favorecían a la fiscalía y ponían en entredicho la equidad del proceso.

Los hombres que pronto elegirán al sucesor del Papa Francisco pueden estar buscando a alguien menos voluntarioso, o al menos más moderado, y con él un retorno a las normas que el difunto pontífice ignoró con frecuencia.

Sin embargo, aunque el próximo papa marque un rumbo diferente, los cambios de la última década no serán fáciles de deshacer. El Papa Francisco rehízo la Iglesia no solo en estructura y personal sino en sensibilidad, desplazando su centro de gravedad en una manera que modelará el catolicismo en los años venideros.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register