El arzobispo de Yangon (Myanmar), Cardenal Charles Maung Bo, describió con crudeza el terremoto de magnitud 7,7 grados en la escala de Richter que ha causado más de 3.500 muertos, casi 5.000 heridos y centenares de desaparecidos, al señalar que fue como si hubieran caído a la vez “330 bombas atómicas”.
“La gente tiene mucho miedo, está a la intemperie. Un poderoso terremoto, con una energía similar a la que hubiera provocado la caída de 330 bombas atómicas, golpeó a nuestra inocente gente”, dijo el prelado en declaraciones a ACI Prensa.
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“La catástrofe trajo escenas y experiencias apocalípticas”, añadió tras constatar la desesperación de miles de personas que aún buscan a sus familiares bajo los escombros.
Sin embargo, en medio de la desolación, la esperanza se sigue abriendo paso. En las últimas horas, los equipos de rescate —algunos de ellos internacionales— han logrado rescatar con vida a más de 600 personas, especialmente en las zonas más afectadas, donde la emergencia alcanza proporciones épicas.
El seísmo tuvo lugar el 28 de marzo de 2025, a las 12:50 (hora local), con epicentro cerca de Mandalay. Sin embargo, aún se desconoce el alcance real de la tragedia, ya que quedan muchos cuerpos por recuperar entre los escombros.
La Iglesia Católica local también ha sido víctima del desastre. No obstante, desde el primer momento se ha organizado para socorrer a los damnificados. “La Iglesia Católica es un sanador herido”, explicó el Cardenal Bo.

“Muchas de nuestras parroquias e iglesias han sufrido un fuerte impacto. En otras, miles de personas también se encuentran en espacios abiertos. Nos apresuramos con nuestra preocupación pastoral, proporcionando agua, medicinas, alimentos y refugio para salvar vidas”, señaló.
Su compromiso con la población es firme, sobre todo, para aliviar el impacto psicológico de la tragedia en los habitantes de las comunidades afectadas. “Muchos de nuestros religiosos están con la gente, en un acompañamiento compasivo”.
El también presidente de la Conferencia Episcopal de Myanmar hizo un llamamiento a un alto el fuego en un país que vive, desde el golpe de Estado militar de 2021, sumido en una guerra civil.

“No es momento de empuñar armas”
“El conflicto ha afectado totalmente a nuestra gente. He hecho un llamamiento a todas las partes para que respeten el alto el fuego. No es momento de empuñar armas, es momento de tomar los botiquines y curar. Lamentablemente, esto no está sucediendo”, lamentó.
El cardenal denunció también las consecuencias de la “guerra activa”, que ha provocado el desplazamiento forzado de miles de personas. “El colapso económico y la inflación han afectado negativamente a cualquier intento de entrega significativa de ayuda humanitaria a tiempo a la población afectada”, subrayó.
En este contexto, reiteró la postura firme de la Iglesia Católica: “No es momento para la guerra. El conflicto ha infligido una herida visceral a nuestro pueblo, y los conflictos sólo exacerban estas heridas”.
Sin embargo, los combates continúan, lo que obstaculiza gravemente la distribución de ayuda en las zonas afectadas. “Hay un conflicto activo en plena ebullición. Incluso antes de este acontecimiento catastrófico, nuestro pueblo tenía que hacer frente a grandes desafíos: una guerra interminable, el desplazamiento de millones de personas, la falta de atención médica adecuada, el colapso de la economía y un sistema educativo herido”, recordó el prelado.
“El movimiento de bienes y el traslado de personas ha sido un gran desafío en los últimos años. Con la inflación y las sanciones económicas, la gente ya tenía muchas limitaciones… y ahora ha llegado este terremoto”, insistió.
Asimismo, detalló que “muchas zonas del país”, incluidas las principales “carreteras”, están “bajo el control de múltiples actores, todos armados”.
El Cardenal Bo también forma parte del Consejo Asesor del Catholic Institute for Nonviolence [Instituto Católico de la No Violencia]), un centro que inauguró el año pasado su sede en Roma. Desde allí, se ofrecen herramientas a políticos, organizaciones internacionales e iglesias locales para construir sociedades pacíficas y que promuevan el derecho de todos a una vida digna.
Caritas Internationalis, clave en la respuesta humanitaria
En medio del dolor, el purpurado destacó el papel de Caritas Internationalis en la respuesta humanitaria. “Hemos recibido mucho apoyo de organizaciones eclesiásticas. Caritas Internationalis ha sido nuestro socio de confianza en todo momento, formando a nuestra gente para hacer frente a desastres naturales y provocados por el hombre”, explicó. “La capacitación y la formación en preparación fueron muy útiles. Ahora están listos con promesas de apoyo humanitario a nuestra gente”.

El cardenal fue claro al enumerar las necesidades más urgentes: “Necesitan urgentemente agua, agua y atención médica, y los heridos necesitan atención urgente. Necesitan comida y refugio. Necesitan recuperar una vida normal y volver a creer en sí mismos y en los demás”.
Pese a todo, el Cardenal Bo comparte un mensaje de esperanza: “La comunidad católica internacional ha prometido pleno apoyo. El Papa Francisco ha sido una gran fuente de apoyo, y estamos profundamente conmovidos por la preocupación mostrada por el Vaticano no solo ahora, sino a lo largo de estos años”.