Como cada año, al cumplirse un nuevo aniversario de la muerte de San José Gabriel del Rosario Brochero, la Diócesis de Cruz del Eje (Argentina), tierra donde el “cura gaucho” brilló en santidad, celebró la Semana Brocheriana con actividades para la comunidad, celebraciones religiosas y culturales, y momentos de oración y reflexión para recordar la figura del primer santo argentino.
En esta oportunidad, fueron diversas las actividades que se desarrollaron en el Santuario de Nuestra Señora del Tránsito y Santo Cura Brochero. Hubo procesiones, una recreación histórica de los primeros ejercicios espirituales, y homenajes de gauchos de la zona al Santo.
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El domingo 26 de enero, día en que se conmemoraba el 111° aniversario de la muerte del Santo Cura Brochero, la Misa central estuvo presidida por el Obispo de Cruz del Eje, Mons. Ricardo Araya, quien destacó la presencia de varios de sus hermanos obispos, en especial de Mons. Sergio Osvaldo Buenanueva, Obispo de San Francisco, quien “en estos días ha estado con ganas, con fuerza, de la mano del Evangelio, llevándonos a vivir en profundidad la Semana Brocheriana”.
En su homilía, Mons. Araya aseguró que “poner los ojos fijos en Jesús es el gran desafío para todos; no poner los ojos en nadie más que en Jesús”.
“En esta tarde, que recordamos los 111 años de que aquí, muy cerquita, y más o menos a esta hora, muy cerca de este lugar, Brochero se fue al corazón eterno de Dios, a esa vida feliz que nosotros no podemos imaginar y que decimos que se llama Cielo, poner los ojos fijos en Jesús es poner la atención del pensamiento y del corazón en sus palabras”, afirmó.
“Hay un modo de imitar a Brochero y es estar atento a cada Palabra del Señor, rumiando cada pedacito del Evangelio”, sostuvo.
Centrándose en la figura de Brochero, recordó que en su último tiempo de vida, “ciego y leproso se hacía leer el Evangelio: ciego, veía con la mente y el corazón a Jesús, y no perdía ninguna de sus palabras”.
“Fue Brochero capaz de poner los ojos en Jesús porque tenía un corazón pobre y estaba atento a los pobres, a los presos, a los que no veían, a los necesitados de sanación, de liberación, de salvación”, destacó Mons. Araya.
“¿Dónde ponía los ojos el Padre Brochero? Y creo que la respuesta es con las palabras de Brochero: en los templos, en las escuelas y en los caminos”, citó.
“Para el padre Brochero van juntos la fe, la educación y los caminos. Algunos decían en su tiempo: los templos son asunto de la Iglesia, la educación es asunto del Estado”, recordó. “Y Brochero, que también sabía distinguir los asuntos, no los separaba y tampoco los mezclaba; los unía, que no es lo mismo”, distinguió.
“Los templos, las escuelas y los caminos de Brochero son para todos, eran para todos. Y especialmente eran para los que menos tenían, los que menos podían”, valoró, recordando la obra del Cura Brochero en la región.
“La fe que llenaba el corazón de Brochero, era una fe capaz de construir templos, escuelas y caminos. Era una fe llena de esperanza”, sostuvo.
En ese sentido, reflexionó: “El Evangelio que queremos recibir no es sólo un mensaje, no es sólo un libro para leer. El Evangelio es una cantidad de buenas semillas, que cuando se las recibe bien, da mucho fruto. Son las palabras del Evangelio, son unas palabras que hacen lo que dicen, y transforman el corazón de la vida personal y de la vida social”, aseguró.
Por eso, compartió finalmente una propuesta: “Mirar a Jesús, recibir el Evangelio, acompañar a los jóvenes, hacer juntos los caminos, y así seguir sembrando esperanza. Y rezar a Brochero, imitar a Brochero”.