El Arzobispo de Sevilla, Mons. José Ángel Saiz Meneses, inaugura este sábado el Jubileo decretado por la Penitenciaría Apostólica por el 150 aniversario de la Compañía de la Cruz, fundada por Santa Ángela de la Cruz.

La institución, que busca “hacerse pobres con los pobres para llevarlos a Cristo”, concreta su misión visitando y acompañando en sus casas a enfermos y necesitados a los que además preparan alimentos, ayudan con las tareas domésticas o con las rutinas de aseo.

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También procuran la atención a enfermos que viven solos o cuyas familias no pueden hacerse cargo de ellos, en especial durante las horas de la noche, y ofrecen ayuda y alimentos a las personas necesitadas que acuden a las puertas de las casas de las religiosas. 

Las hermanas de la Compañía de la Cruz viven de manera exclusiva de la Providencia. Sus ingresos proceden casi en su totalidad  de “la limosna que piden de puerta en puerta”, como se describe en el sitio web Hermanas de la Cruz, creado por un laico en homenaje a la labor de la institución.

Asimismo,  dedican parte de sus esfuerzos a la formación, tanto en la educación infantil y Primaria, como ofreciendo clases para adultos en materias como informática, sastrería o bordados e imparten catequesis a adultos y jóvenes. 

Las hermanas de la Cruz cuentan entre sus obras con residencias para ancianos y orfanatos.

Para sostener toda esta actividad, la Compañía de la Cruz dedica una buena parte del día a la oración contemplativa.

Santa Ángela de la Cruz nació en Sevilla en 1846, en una familia humilde con 14 hijos, que trabajaban ayudando a los frailes Trinitarios con la cocina y la costura. Tras recibir una instrucción mínima, muy pronto entró de aprendiz en un taller de costura. 

A los 15 años, por motivos piadosos, dormía encima de una tabla sobre la cama, realizaba ayunos y “utilizaba el cilicio (en forma de corona de espinas bajo el pelo)”.

Una tarde en el taller  “la encontraron arrodillada en oración, extasiada, milagrosamente suspendida sobre el suelo”, suceso que compartió con su confesor, el hoy Beato José Torres Padilla, al día siguiente. 

A los 19 años quiso entrar como hermana lega en un convento de Carmelitas, pero no fue posible debido a su frágil salud. A los 23, fue postulante de las Hijas de la Caridad y tomó el hábito de novicia, pero su salud volvió a interponerse. 

Decidida a continuar con su vida de entrega a los más necesitados en el mundo, el 1 de noviembre de 1871, hizo propósito de “vivir conforme a los consejos evangélicos…imitar la vida oculta de Jesús en lo exterior; y en lo interior vivir crucificada con Jesús”.

En 1875, una vez redactadas las ideas sobre un Instituto religioso que “abrazara voluntariamente y por amor a Dios y a los pobres y las penalidades de la pobreza”, hizo votos perpetuos tras consultarlo con el P. Torres. 

Así, dejó el taller de calzado donde trabajaba y, junto a otras dos compañeras, Juana María de Castro (la futura hermana Sacramento) y Juana Magadán, inició una comunidad. El P. Torres la nombra Hermana Mayor, pero Santa Ángela decide traspasar tal nombramiento a la Virgen María. En Navidad, la pequeña comunidad de cuatro hermanas comienza a vestir hábito. 

En 1898 el Papa León XIII aprobó el proceso para la aprobación del Instituto, que culminó en 1908 bajo el pontificado de Pío X, con la aprobación definitiva de las constituciones. 

Santa Ángela de la Cruz falleció en 1932. San Juan Pablo II presidió la ceremonia de beatificación en 1992, en Sevilla, y la de canonización en 2003 en Madrid.