Este domingo se ha clausurado el año santo de Caravaca de la Cruz (España), una de las cinco ciudades del mundo que tiene concedido el jubileo perpetuo, a donde han acudido unos 800.000 peregrinos para ganar las correspondientes indulgencias. 

La Misa solemne de clausura estuvo presidida por el Obispo de Cartagena (España), Mons. José Manuel Lorca Planes, y contó con la presencia del Nuncio Apostólico, Mons. Bernardito Auza, el Obispo de Jaén, Mons. Sebastián Chico, y el Arzobispo emérito de Burgos, Mons. Francisco Gil.

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Mons. Auza dirigió un saludo en nombre del Papa Francisco en el que recordó que “la Cruz cura y sana, ilumina y siempre vence”, mientras que Mons. Lorca aseveró que “el Lignum Crucis es para todos los caravaqueños y peregrinos el signo más excelente de la manifestación de Dios, porque el resplandor de la Cruz nos ha ayudado a descubrir y venerar al Crucificado”. 

La gran afluencia de peregrinos se ha visto beneficiada por la habilitación de ocho caminos de peregrinación desde diferentes lugares, frente al único existente en el pasado jubileo de 2017. 

San Juan Pablo II aprobó en 1998 a Caravaca de la Cruz la concesión del jubileo perpetuo, que supone la facultad de celebrar un año santo cada siete, siendo el primero en 2003. Se ha tratado, por tanto, del cuarto año jubilar. El próximo tendrá lugar en el año 2031. 

Caravaca es una de las cinco ciudades santas declaradas por la Iglesia Católica junto a Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana, también en España, además de Roma y Jerusalén.

Una cruz con origen milagros en plena Reconquista

La cruz que se venera en Caravaca tiene un doble crucero y su origen se remonta al año 1231, en plena Reconquista, un prócer musulmán se interesó por las ocupaciones de algunos de sus prisioneros. 

Entre ellos estaba el sacerdote Ginés Pérez Chirinos, procedente de Cuenca, que le explicó que su labor era ganar almas para el cielo y celebrar la Eucaristía, cosa que interpeló al cacique musulmán, que insistió en conocer semejante rito. 

Se dispuso todo, pero cuando iba a comenzar la Misa, el presbítero cayó en la cuenta de que no contaba con un elemento esencial: la cruz. Según explica la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, en ese momento aparecieron sobre el altar dos ángeles “que portaban una cruz de doble brazo que depositaron en el altar”.

Ceyt Abuceyt se convirtió al cristianismo y colaboró con la reconquista de Valencia a las órdenes del rey Jaime I. 

Desde entonces se extendió la devoción a la cruz, que además tiene concedido el culto de latría “por lo que se le dispensa la misma importancia que a otras reliquias relacionadas directamente con la pasión y muerte de Jesucristo”.

La presencia de algunos misioneros españoles oriundos de Caravaca de la Cruz en zonas de las actuales Paraguay, Brasil y Argentina llevó esta devoción al continente americano a partir del siglo XVI, donde aún sigue presente.