Este 26 de mayo se recuerda a San Felipe Neri, patrono de los educadores, quien hace 430 años fue curado por la Virgen María en medio de una aparición mística que varios presenciaron. Al final, el santo dio un especial consejo sobre la Madre de Dios.

En el libro Vida del glorioso padre y patriarca San Felipe Neri se describe que, en mayo de 1594, San Felipe enfermó gravemente y le vino un dolor tan fuerte en los riñones que no podía ni comer, quedando casi sin pulso. 

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El santo no se quejaba, pero repetía: “Adauge dolorem, sed adauge patientiam (Aumenta el dolor, pero aumenta la paciencia).

Los médicos lo desahuciaron y pidieron que se corrieran las cortinas de su cama para ver si así descansaba. Ellos junto algunos de los seguidores de San Felipe se pusieron a llorar y a esperar pensativos que llegue el momento de su muerte.

De pronto el santo gritó varias veces: “El que desea en este mundo otra cosa que (no sea) a Dios, se engaña: quien ama a otro, que (no sea) a Él, se engaña miserablemente”. En eso, se levantó sólo sobre su cama y empezó a derramar lágrimas exclamando lleno de emoción: “¡Santísima Señora mía! ¡Mi hermosa y bendita Señora!”

Todos los presentes corrieron a ver lo que pasaba y al levantar la cortina lo encontraron levitando (flotando) sobre su cama y parecía que abrazaba a alguien. “¡Oh, Señora, tan amada de mi corazón! ¿Vos os dignais visitarme para templar mis dolores? ¡Oh, bellísima Virgen! ¿Y quién soy yo para que me honréis con vuestra presencia?”, dijo el santo.

Los testigos escucharon que él le decía a la Virgen que no se merecía tal honor, que en él no había nada digno de su amor. Luego le pidió que le permitiese abrazarla con toda su alma y repitió el nombre de María hasta calmarse.

Al salir del éxtasis, San Felipe miró a los que lo acompañaban y les preguntó si habían visto a la Virgen, quien lo había librado de los dolores. Pero al caer en la cuenta que había mucha gente viéndolo, el humilde santo se puso a llorar avergonzado. 

Los médicos tuvieron que intervenir para pedirle que no llore y él les dijo que ya estaba curado por la Virgen.

San Felipe pidió a los doctores que no dijeran nada para que no se enteren en Roma, pero ellos no pudieron callar lo que habían visto. Esto llegó a oídos de dos cardenales, quienes le rogaron al santo que les contara lo sucedido y así el Papa se enteró.

Al final, San Felipe dio el siguiente consejo a todos los que fueron a visitarlo: “Sabed, hijos, y creedme, que no hay medio más poderoso para obtener la gracia de Dios que su bendita Madre”.