El 5 de mayo la Orden de Predicadores conmemora a San Vicente Ferrer, quien convirtió a incrédulos, judíos y musulmanes. Este extraordinario santo, que logró acabar con un terrible escándalo papal, dejó escrito 5 “remedios” para ser “inmune” a las tentaciones del demonio.

Es preciso indicar que la fiesta universal de San Vicente Ferrer es el 5 de abril, que suele “coincidir de manera habitual en tiempo de Cuaresma” y por ello los dominicos lo celebran cada 5 de mayo.

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En el libro Vidas de los Santos, se describe que San Vicente Ferrer (aprox. 1350-1419), siendo religioso, sufrió terribles tentaciones. Era “extraordinariamente bien parecido”, lo que hizo que varias mujeres los buscaran, pero como él no les hacía caso lo calumniaron. 

Por otro lado, vivió en una época en que la Iglesia se encontraba confundida con la aparición de “tres Papas”. Él fue consejero de uno de ellos, pero lo dejó y al ver que éste no quería la unidad ni que las cosas se arreglaran, aconsejó que se le desobedezca. Dos Papas fueron depuestos, el tercero renunció y los cardenales pudieron finalmente elegir a un sucesor.

¿Cómo combatir las tentaciones?

El sitio web de los Dominicos señala que San Vicente Ferrer fue “Maestro de vida espiritual”, siendo una de sus obras más sobresalientes su Tratado de la vida espiritual

En este libro, el santo plantea “remedios contra algunas tentaciones espirituales que en este tiempo abundan en la tierra, para probar y combatir la soberbia”.

San Vicente empieza señalando cómo y porqué se dan estas tentaciones. Primero “llegan por sugestión e ilusión del diablo”, quien engaña a las personas en la forma de seguir a Dios. Luego denuncia que también se producen por “la corrupta doctrina de algunos” y el antitestimonio de quienes han caído.

En el primer remedio para “ser inmune a tales tentaciones”, San Vicente precisa que no se debe andar deseando en la oración, contemplación u obras de perfección, las visiones, revelaciones y sentimientos espirituales de los secretos de Dios. Advierte que estos llegan sólo “al alma que está llena de gran humildad, de gran temor y reverencia de Dios”.

Como segundo remedio indica tener “cuidado de no aceptar en tu oración y contemplación consuelo alguno, a no ser aquel que viene del perfecto conocimiento y sentimiento profundo de tu humildad e imperfección”, porque sino se podría caer en la ambición del honor propio, creyéndose que se es digno “de la gloria y alabanza de esta vida, o del paraíso”.

El tercer remedio es rechazar “con horror” todo sentimiento o visión supuestamente especial que pueda llevar a la duda o crear una opinión en contra de las verdades de fe, las buenas costumbres, la humildad y honestidad.

Como cuarto remedio, San Vicente Ferrer plantea no seguir el ejemplo de personas que pudieran parecer santas y formadas, pero cuyos consejos no van acorde con Dios y la “verdadera discreción” que vivieron Cristo y los santos. 

“No temas pecar por ello de soberbia y presunción, despreciando los consejos de éstos, pues lo haces por celo y amor de la verdad”, precisa.

Como quinto y último remedio está el huir de las malas compañías que impulsan, aceptan y alaban estas tentaciones. 

“El demonio te mostrará y presentará gran señal de perfección en muchas de sus palabras y conducta, que, si lo aceptas, vendrás a caer en los peligros, ruinas y precipicios de sus errores”, concluye San Vicente Ferrer.