El 15 de abril de 2019, París fue testigo de una de las tragedias más devastadoras de su historia reciente. La Catedral de Notre-Dame, un símbolo religioso, arquitectónico y cultural que había resistido el paso de los siglos, se vio envuelta en llamas.
El fuego, originado en el techo de la catedral, se propagó rápidamente por la estructura de madera del ático, cargada de siglos de historia y material inflamable. Las llamas consumieron la icónica aguja de la catedral, que se desplomó entre una densa columna de humo.
A pesar del desastre, salvo el altar mayor, todas las obras de arte de la catedral, incluida la Corona de Espinas, fueron rescatadas y resguardadas en distintos lugares.