Obispo invita a los fieles a reflexionar sobre la fuerza de la Resurrección en nuestra vida

Cristo resucitado. Pintura de Raffaellino del Garbo. Cristo resucitado. Pintura de Raffaellino del Garbo. | Crédito: Dominio Público

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El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, invita a los fieles en su última carta semanal a reflexionar sobre el impacto en nuestra vida que produce la fuerza de la Resurrección, que celebramos en el tiempo litúrgico de la Pascua hasta Pentecostés. 

El prelado considera que nos puede suceder como a los primeros discípulos, que al encontrarse con Jesús tras la Resurrección pueden preguntarse: “¿Será verdad? O, ¿será una ilusión de mi mente?”. 

Se trata de una duda cuya respuesta es determinante porque “si es verdad, todo cambia en nuestra vida. Y si no es  verdad, todo sigue igual y va perdiendo consistencia”. En este sentido, Mons. Fernández advierte que “si no se nos plantea nunca esta duda es porque quizás no estemos dispuestos a cambiar nada, para eso mejor ni siquiera dudar”.

El prelado español señala que, si Cristo no hubiera resucitado, su Pasión y su muerte, “por muy aparatosas que fuera, se quedarían en una expresión de buena voluntad, pero sin ninguna consecuencia en nosotros”.

En cambio, añade el Obispo de Córdoba, si se trata de “un acontecimiento real e histórico, aunque desborde nuestra mente, se convierte en una luz y una energía potentísimas”, de tal forma que “cambia el horizonte futuro de nuestra vida, de nuestra muerte y del más allá de la muerte”. 

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Mons. Fernández detalla que la resurrección de Jesucristo “certifica que él es Dios”, pero los discípulos “no le conocen a la primera, porque está cambiado; pero cuando él les descubre quién es, los discípulos le identifican inconfundiblemente”. 

Esa identificación, sin embargo, no permite retenerlo porque “es inapresable”, al estar ya el Señor “en otra dimensión”. 

Así “el paso de su dimensión a la nuestra se realiza porque él se acerca y entra en contacto con nosotros. El momento más intenso de esa cercanía es la Eucaristía”, añade el prelado. 

“Por eso —continúa— la adoración eucarística es la comunicación personal cara a cara con Jesús, aunque él permanece en su dimensión y por eso no podemos verle tal cual es”. A este respecto, añade el prelado: “La fe en la resurrección nos lleva a la Eucaristía y la misma Eucaristía alimenta en nosotros la fe en la resurrección”. 

Al concluir su carta, Mons. Fernández considera que “vale la pena detenernos en esta Pascua a considerar la fuerza tan potente de la resurrección de Cristo en cada uno de nosotros y en la humanidad entera, no sea que tengamos reprimida esa energía por nuestra incapacidad o por la obstrucción de nuestro corazón”.

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