Las chispas vuelan, dejando caer brillantes destellos de luz alrededor de la pieza de metal. Un obrero metalúrgico está fabricando su último proyecto. Pero con un cuello clerical visible debajo de su overol, este no es un soldador ordinario haciendo soldadura por arco.
Este soldador es un sacerdote: el P. Dominic Couturier, capellán e instructor de soldadura en la Academia de Oficios Harmel, en Grand Rapids, Michigan (Estados Unidos). ¿Cómo llegó a combinar su amor por hacer que el metal fuera maleable y pastorear almas?
"Era un atleta semiprofesional, tenía novia y, cuando tenía 33 años, Dios irrumpió en mi vida más plenamente y me dijo que me quería como sacerdote", dijo el P. Couturier, de 44 años, al National Catholic Register.