Este sacerdote fabrica una “escalera al cielo”

P. Dominic Couturier El P. Dominic Couturier, capellán e instructor de soldadura en la Academia de Oficios Harmel, en Grand Rapids, Michigan, disfruta de la soldadura por arco, la capacitación de futuros soldadores y ser sacerdote. | Crédito: Cortesía del P. Dominic Couturier.

Las chispas vuelan, dejando caer brillantes destellos de luz alrededor de la pieza de metal. Un obrero metalúrgico está fabricando su último proyecto. Pero con un cuello clerical visible debajo de su overol, este no es un soldador ordinario haciendo soldadura por arco.

Este soldador es un sacerdote: el P. Dominic Couturier, capellán e instructor de soldadura en la Academia de Oficios Harmel, en Grand Rapids, Michigan (Estados Unidos). ¿Cómo llegó a combinar su amor por hacer que el metal fuera maleable y pastorear almas?

"Era un atleta semiprofesional, tenía novia y, cuando tenía 33 años, Dios irrumpió en mi vida más plenamente y me dijo que me quería como sacerdote", dijo el P. Couturier, de 44 años, al National Catholic Register.

"Solo he sido sacerdote durante cuatro años. Sé mucho sobre negocios y fabricación de metales, pero todavía estoy trabajando para ser un santo pastor de almas".

"Nuestra empresa familiar, Couturier Iron Craft Inc., comenzó oficialmente en 1967. Mi abuelo la inició después de la Segunda Guerra Mundial” con el dinero de su subvención para soldados, explicó el P. Couturier.

"Mi papá dejó la universidad después de su primer año para ayudar. Más tarde, mis tíos también lo hicieron". Desde que era un niño, recordó, estaba "ansioso por estar allí con los otros chicos".

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Ahora párroco de Nuestra Señora de la Consolación en Rockford, Michigan, su viaje al sacerdocio fue único, por decir lo menos. Trabajando en la empresa de fabricación de metal arquitectónico de su familia durante la escuela secundaria y la preparatoria, obtuvo un título en negocios en la universidad y continuó con el negocio, pasando de barrer pisos a ser un fabricante principal y luego gerente de proyectos. Pronto estaba en la junta directiva, a los 28 años. "Aprendí a ser disciplinado, a levantarme temprano, a hacer cosas que no querías hacer, por la familia, por los clientes, por los empleados", dijo.

En la empresa familiar, que se especializa en productos de fabricación de metal arquitectónico para la industria comercial, como escaleras curvas monumentales, el P. Couturier aprendió a dirigir cuadrillas, incluidas las estimaciones y las finanzas, y a guiar a través de la gestión estratégica. Pero antes de que tuviera tal enfoque, permitió que su fe se quedara en el camino.

"Dejé de ser católico cuando tenía 15 o 16 años y regresé a finales de mis 20 años", dijo. "Siempre he tenido una brújula moral profunda, siempre supe que había un Dios. Pero yo era más agnóstico después de la universidad. Me mudé a Colorado después de la universidad por unos años y trabajé en la construcción. Me encantaban los deportes y el esquí, pero descubrí que estaba empezando a ser absorbido por la cultura secular de las grandes ciudades de esquí de Colorado en las montañas".

Al verse atraído por este estilo de vida, le preocupaba que su brújula moral se estuviera desorientando. "Así que volví a casa". Después, tuvo una intensa experiencia de Dios como un Dios personal, que había dudado que fuera posible como agnóstico. "Pero volver a la fe católica tuvo que llevar unos años más".

"Fue el escrito de San Ignacio de Antioquía sobre la Eucaristía lo que realmente me trajo de vuelta al catolicismo", compartió. "Seguí desarrollando mi relación con Dios, pensando que estaba llamado al matrimonio. Pero en cierto momento, me di cuenta de que me estaba llamando al sacerdocio. Es un llamado a pelear la buena batalla". Se involucró en la apologética y descubrió que era necesario enseñar a los estudiantes de secundaria sobre la moralidad sexual. "Sentí la necesidad de enseñar a los estudiantes de secundaria lo que era la sexualidad auténtica, la identidad humana y la dignidad para que el mundo secular no se los comiera". Comprender mejor la teología del cuerpo lo llevó a un amor más profundo por el Santísimo Sacramento. Fue en peregrinación a Tierra Santa y a Roma, y luego tuvo un sueño muy intenso en 2012. "Empezaba a tener devoción por Juan Pablo II. Y en este sueño, Juan Pablo II y yo estábamos en un restaurante italiano. El Papa me dice: 'Tengo hambre', y yo digo: 'Yo también'. Entonces él dice: 'Ve a alimentar a la gente'". El futuro sacerdote tomó esto como una referencia a la Eucaristía.

Así que se dedicó a vender su casa, que acababa de construir, a terminar su relación con su novia y a desvincularse del negocio familiar.

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"Fui al seminario y supe que no era tan académico. Pensaba que nunca volvería a jugar béisbol, nunca más iría a las carreras de bicicleta de montaña o a soldar". Pero llegó al seminario y descubrió que a muchos otros seminaristas también les gustaban esas actividades.

Hablando con el P. Robert Barron —hoy Obispo Barron—, entonces rector del Seminario Mundelein, el P. Couturier dijo: "He renunciado a todo para venir aquí". Y el P. Barron, según recuerda, respondió: "¿Por qué renunciarías a todas estas cosas que te hacen ser quien eres? No es necesario que hagas eso". Y así, el ahora seminarista descubrió que cuando "le das todo a Dios, él te lo devuelve".

En el seminario, fundó un equipo de béisbol y enseñó a otros seminaristas soldadura y carpintería.

En el seminario también descubrió la forma extraordinaria de la Misa: "Cuando era diácono recibí permiso para aprender el Misal de 1962, y aprender esa tradición fue importante para mí. Estas tradiciones profundas que hemos perdido en la Iglesia y que ahora están volviendo a través de sacerdotes jóvenes como yo son muy masculinas, incluida la forma tradicional de la Misa. Tal vez por eso me gusta". Al recordar la primera vez que asistió a una Misa en latín, recordó que "no podía creer lo fuerte, santa y hermosa que era".

En 2018, un año antes de ser ordenado diácono, oyó hablar de la futura Academia Harmel. "Estoy en casa de mis padres. El Dr. Nathan Schmiedicke, un viejo amigo de mi familia, está hablando con mi padre sobre la Academia Harmel. ‘Va a ser una escuela católica de oficios’. Mi atención estaba cautivada". Schmiedicke, un erudito de las Escrituras, profesor de seminario y granjero, fue parte del equipo fundador de Harmel. Puso al seminarista en contacto con los otros fundadores.

P. Dominic Couturier, sacerdote y soldador. Crédito: Cortesía P. Dominic Couturier.
P. Dominic Couturier, sacerdote y soldador. Crédito: Cortesía P. Dominic Couturier.

"Me involucré, el negocio de mi papá se involucró y todo encajó", recordó el P. Couturier. "Me encanta enseñar en la academia, ya sea formación espiritual o soldadura".

P. Dominic Couturier enseñando a futuros soldadores. Crédito: Cortesía P. Dominic Couturier.
P. Dominic Couturier enseñando a futuros soldadores. Crédito: Cortesía P. Dominic Couturier.

No sólo eso, sino que se dio cuenta de que "quería traer de vuelta a los hombres a la Iglesia. En Harmel, formamos hombres para estar en llamas, no solo trabajadores, (sino) ser hombres varoniles. Vas a tener que aprender a ser padre, y a luchar por tu fe, a través de la oración, el estudio y la fraternidad. No es sólo un oficio, sino aprender a ser aprendiz del Maestro, Jesucristo", dijo.

De este modo, Harmel le da al P. Couturier una oportunidad única para practicar los oficios y formar a sus semejantes en los ideales católicos.

El Obispo de Grand Rapids, Mons. David Walkowiak, promueve a Harmel en su diócesis e inmediatamente apoyó la participación del P. Couturier.

Ahora, el sacerdote soldador ayuda con la formación y el desarrollo de Harmel, y con la capacitación en soldadura. "Desde que fui ordenado en 2020, he sido su capellán. Dios realmente nos está guiando", aseguró.

"Es un gran momento para ser católico, un gran momento para ser santo. Tenemos que hundir nuestros talones en la tierra y decirle al mundo secular que ya no nos empujarán más, porque resistiremos con amor".

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.

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