Al ejercitar el control sobre los deseos y apetitos naturales, los católicos fortalecen su voluntad y se preparan para resistir las tentaciones y los impulsos egoístas. Esta disciplina espiritual les permite enfocarse en su relación con Dios y cultivar una vida de virtud.
Según un documento del Secretariado del Culto Divino de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, desde tiempos antiguos, los cristianos han practicado la penitencia, tanto de forma comunitaria como individual, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, quien ayunó y oró durante cuarenta días en el desierto (Mc. 1, 13). Además, señala que esta práctica busca imitar a Cristo y alcanzar la plenitud espiritual, que es señalada por San Pablo en Efesios 4, 13.
Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1430, la llamada de Jesús a la conversión y la penitencia se enfoca principalmente en la “conversión del corazón”, más que en realizar actos externos, ya que estos últimos no son útiles si no van acompañados de una verdadera conversión interior. Sin embargo, el Catecismo enfatiza que, cuando realmente hay conversión del corazón, se podrá expresar esa actitud en “signos visibles, gestos y obras de penitencia”, como lo enseñaron los profetas y Jesús.