Para Gagliarducci, estas ordenaciones son “un signo de la voluntad china de seguir adelante con el acuerdo, mostrando una apertura hacia la Santa Sede que se había materializado cuando la delegación que acude cada año a China para un encuentro personal sobre cuestiones sino-vaticanas —encabezada por el Arzobispo Claudio Maria Celli— fue recibida en Pekín a finales del año pasado y pudo desplazarse después a varias diócesis, mostrando una buena voluntad sin precedentes por parte de las autoridades chinas”.
Sin embargo, precisó el vaticanista, esta “buena voluntad chocó con lo sucedido en los meses anteriores, cuando el Papa Francisco en persona había tenido que rectificar la irregularidad del nombramiento unilateral del obispo de Shanghái por parte del gobierno de Pekín, nombrando a su vez a Mons. Shen Bin, Obispo de Haimen, al frente de la diócesis que hasta entonces había tenido a un obispo bajo arresto domiciliario desde el día de su ordenación, incapaz de servir a su pueblo y que, sin embargo, permanecía en el cargo como señal de que la Santa Sede no tenía intención de conceder nada respecto a un acto tan claramente injusto”.
“Ante la decisión unilateral del gobierno de Pekín, que obvió que Shen Bin había sido ordenado obispo en 2007 con la doble aprobación de China y la Santa Sede, y que se trataba de un traslado, el Papa Francisco decidió sanar el conflicto buscando nuevas vías de diálogo”, agregó.
En efecto, el 15 de julio de 2023, la Santa Sede informó acerca de la decisión del Papa de nombrar Obispo de Shanghái (China) a Mons. Joseph Shen Bin, quien ya había asumido el cargo en abril por decisión del Consejo de Obispos Chinos, sin previa aprobación del Vaticano.