A continuación, la homilía que el Papa Francisco pronunció en la celebración de las Segundas Vísperas por la Solemnidad de la Conversión de San Pablo, llevada a cabo en la Basílica de San Pablo de Extramuros:
En el Evangelio que hemos escuchado, el doctor de la Ley, aunque se dirige a Jesús llamándolo “Maestro”, no quiere dejarse instruir por él, sino “ponerlo a prueba”. Pero una falsedad aún mayor emerge de su pregunta: “¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?” (Lc 10,25). Hacer para heredar, hacer para tener: he aquí una religiosidad distorsionada, basada en la posesión más que en el don, donde Dios es el medio para obtener lo que quiero, no el fin a amar con todo el corazón. Pero Jesús es paciente e invita a ese doctor a encontrar la respuesta en la Ley de la que era experto, que prescribe: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27).
Entonces aquel hombre, “queriendo justificarse”, plantea una segunda pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” (Lc 10,29). Si la primera pregunta corría el riesgo de reducir a Dios al propio “yo”, esta trata de dividir: dividir a las personas entre las que se deben amar y las que se pueden ignorar.