Catequesis completa del Papa Francisco sobre “los vicios y las virtudes: custodiar el corazón”

El Papa Francisco en la Audiencia General de este 27 de diciembre El Papa Francisco en la Audiencia General de este 27 de diciembre | Crédito: Elisabeth Alva/ ACI Prensa

En la Audiencia General de este miércoles 27 de diciembre, el Papa Francisco comenzó un nuevo ciclo de catequesis sobre “los vicios y las virtudes”.

Desde el Aula Pablo VI del Vaticano ha centrado su reflexión en el tema “custodiar el corazón”.

A continuación, la catequesis completa del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Hoy quisiera introducir un ciclo de catequesis sobre el tema de los vicios y las virtudes. Y  podemos comenzar por el inicio mismo de la Biblia, donde el libro del Génesis, a través del relato de los  progenitores, presenta la dinámica del mal y de la tentación. Pensemos en el paraíso terrestre. En el cuadro idílico que representa el Jardín  del Edén, aparece un personaje que se convierte en el símbolo de la tentación: la serpiente, este personaje que seduce. La serpiente es  un animal insidioso: se mueve lentamente, deslizándose por el suelo, y a veces ni siquiera se nota su  presencia, es silencioso, porque consigue mimetizarse bien con su entorno. Sobre todo por eso es peligrosa. Y sobre todo esto es peligroso. 

Cuando inicia su diálogo con Adán y Eva, demuestra que también es un refinado dialéctico.  Comienza como se hace en los malos chismes, con una pregunta maliciosa: “¿Es verdad que Dios dijo:  ¿No comerás de ningún árbol del jardín?” (Gn 3,1). La frase es falsa: Dios ofreció realmente al hombre y a la mujer todos los frutos del jardín, excepto los de un árbol concreto: el árbol de la ciencia del bien y del mal.

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Esta prohibición no pretende prohibir al hombre el uso de la razón, como a veces se malinterpreta,  sino que es una medida de sabiduría. Como si dijera: reconoce el límite, no te sientas dueño de todo,  porque el orgullo es el principio de todos los males. Así, la historia dice que Dios coloca a los progenitores como señores y  guardianes de la creación, pero quiere preservarlos de la presunción de omnipotencia, de hacerse dueños  del bien y del mal. Que es una tentación, una fea tentación también ahora. Este es el escollo más peligroso para el corazón humano.

Como sabemos, Adán y Eva fueron incapaces de resistir la tentación de la serpiente. La idea de un  Dios no tan bueno, que quería mantenerlos sometidos, se coló en sus mentes: de ahí el colapso de  todo. 

Con estos relatos, la Biblia nos explica que el mal no comienza en el hombre de forma estrepitosa,  cuando un acto ya se ha manifestado, sino que el mal comienza mucho antes, cuando uno comienza a entretenerse con él, a  adormecerlo con la imaginación y los pensamientos, y acaba siendo atrapado por sus tentaciones. El  asesinato de Abel no comenzó con una piedra arrojada, sino con el rencor que Caín guardaba  perversamente, convirtiéndolo en un monstruo en su interior. También en este caso, de nada sirven los  consejos de Dios: “El pecado está agazapado a tu puerta; hacia ti se dirige su instinto, pero tú lo  dominarás” (Gn 4,7). 

Con el diablo, queridos hermanos y hermanas, no se dialoga nunca. Nunca se debe discutir. Jesus nunca ha dialogado con el diablo, lo ha expulsado, y cuando en el desierto le tienta, no ha respondido al diálogo. Sencillamente ha respondido con las palabras de la Sagrada Escritura, con la Palabra de Dios. Estad atentos, el diablo es un seductor, no dialoguen con él nunca, porque es más listo que nosotros y nos lo hará pagar.

Cuando viene una tentación, nunca dialogar.  Cierra la puerta, cierra la ventana, cierra el corazón. Y así nos defendemos de esta seducción. Porque el diálogo es astuto, es inteligente. Ha tratado de citar a Jesús con citaciones bíblicas, se hacía pasar por un gran teólogo allí. Con el diablo no se dialoga. ¿Habéis entendido bien esto? Estad atentos, con el diablo no se dialoga y con las tentaciones no debemos entretenernos, no se dialoga. ¿Viene la tentación?, cerramos la puerta, custodiamos el corazón. Uno debe ser el guardián de su propio corazón, y por eso no dialogamos con el diablo. 

Esta es la recomendación que  encontramos en varios padres y santos. Custodiar el corazón,  custodiar el corazón. Y nosotros debemos pedir esta gracia, aprender a custodiar el corazón. Es una sabiduría saber cómo custodiar el corazón. 

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Que el Señor nos ayude en este trabajo. Quien custodia un corazón, custodia un tesoro. Hermanos y Hermanas, aprendamos a custodiar el corazón. Gracias. 

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