Con el diablo, queridos hermanos y hermanas, no se dialoga nunca. Nunca se debe discutir. Jesus nunca ha dialogado con el diablo, lo ha expulsado, y cuando en el desierto le tienta, no ha respondido al diálogo. Sencillamente ha respondido con las palabras de la Sagrada Escritura, con la Palabra de Dios. Estad atentos, el diablo es un seductor, no dialoguen con él nunca, porque es más listo que nosotros y nos lo hará pagar.
Cuando viene una tentación, nunca dialogar. Cierra la puerta, cierra la ventana, cierra el corazón. Y así nos defendemos de esta seducción. Porque el diálogo es astuto, es inteligente. Ha tratado de citar a Jesús con citaciones bíblicas, se hacía pasar por un gran teólogo allí. Con el diablo no se dialoga. ¿Habéis entendido bien esto? Estad atentos, con el diablo no se dialoga y con las tentaciones no debemos entretenernos, no se dialoga. ¿Viene la tentación?, cerramos la puerta, custodiamos el corazón. Uno debe ser el guardián de su propio corazón, y por eso no dialogamos con el diablo.
Esta es la recomendación que encontramos en varios padres y santos. Custodiar el corazón, custodiar el corazón. Y nosotros debemos pedir esta gracia, aprender a custodiar el corazón. Es una sabiduría saber cómo custodiar el corazón.
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