La segunda mediación del sacerdocio de Cristo es otra participación, diferente, en el único sacerdocio de Cristo. Se trata de las órdenes sagradas, y la diferencia entre el sacerdocio de los bautizados y el sacerdocio ordenado no es simplemente una cuestión de grado. Esto es importante, porque si la diferencia entre estos dos sacerdocios fuera sólo una cuestión de grado, entonces el sacerdocio ordenado simplemente tendría “más” del sacerdocio bautismal, y ello significaría que los ordenados serían supercristianos, los superbaustizados. Los ordenados tendrían una dignidad cristiana superior a la de los bautizados.
Más bien, los dos sacerdocios difieren no [sólo] en grado, sino “en especie” (ver Lumen gentium, 10). El orden sagrado confiere la capacidad de actuar “en la persona de Cristo Cabeza”, y así celebrar la Eucaristía, haciendo presente a Cristo en su cuerpo como cabeza, configurando la Iglesia a su sacrificio y permitiendo que el sacerdocio de los bautizados cumpla su papel sacrificial al ofrecer la Eucaristía. Los dos sacerdocios están mutuamente ordenados entre sí en el ser y la misión de la Iglesia.
Y así, si un fruto inestimable del proceso sinodal es, como se cita anteriormente en el documento sinodal, la “acrecentada conciencia de nuestra identidad de Pueblo fiel de Dios” que está llamado a “una corresponsabilidad diferenciada”, entonces la expresión “corresponsabilidad” para la misión de la Iglesia está, por tanto, incompleta si no se refiere a la manera en que estos dos sacerdocios son diferentes y están ordenados el uno al otro en la edificación de un solo cuerpo.
El documento sinodal sí habla de la corresponsabilidad ejercida a través de una variedad “de carismas, de vocaciones, de ministerios”, pero no hay mención explícita del orden sagrado como constitutivo de una de estas vocaciones y ministerios, y no se alude en absoluto el sacerdocio bautismal. El propio orden sagrado ni siquiera se menciona en la sección sobre diáconos y sacerdotes.