El crucifijo que le habló a San Francisco de Borja y que asustó a un demonio

San Francisco de Borja San Francisco de Borja | Crédito: Agsaz - Shutterstock

Este 3 de octubre se conmemora a San Francisco de Borja, tercer Superior General de la Compañía de Jesús. Cierto día Cristo crucificado le habló y lo cuestionó sobre el futuro de su esposa. A continuación les compartimos lo que el santo respondió, dónde terminó su mujer y el demonio que sufrió con esta cruz.

Antes de ingresar a los Jesuitas, el español San Francisco de Borja (1510-1572) tuvo altos puestos en la realeza. Era nieto del Papa Alejandro VI, llegó a ser virrey de Cataluña y consejero de su primo, el emperador Carlos I de España y V de Alemania. Pero sobre todo fue un fiel esposo y un buen padre.

Su esposa se llamaba Leonor de Castro y con ella tuvo ocho hijos. En el libro Vida de San Francisco de Borja, escrito por el sacerdote jesuita Juan Eusebio Nieremberg, se detalla que la duquesa era muy católica y seguía el ejemplo de fe de Francisco.

Este santo matrimonio sufrió mucho cuando ella cayó en una larga y penosa enfermedad. Al santo le dolía ver en ese estado al amor de su vida y por ello ofrecía Misas, oraciones y limosnas para que recupere la salud. 

Un día ya no pudo más y, postrado en oración ante un “Cristo puesto en la cruz”, le pidió que la sanara. De pronto, escuchó la voz del Señor que le decía: “Si tú quieres que te deje a la duquesa más tiempo en esta vida, yo lo dejo en tus manos, pero te aviso que a ti no te conviene”.

San Francisco, confundido, pero a la vez consolado por Dios, respondió llorando: “¿Quién soy yo, para que queráis Vos hacer mi voluntad, siendo yo el que tengo en todo y por todo de negar la mía para hacer la vuestra? ¿Quién mejor sabe que Vos lo que a mí me cumple? Pues desde ahora digo. Señor, que así como yo no soy mío sino vuestro, así no quiero que se haga mi voluntad sino la vuestra”.

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Poco a poco la duquesa empeoró, pero asistida por los sacramentos e invocando a Jesús y María, murió. De esta manera Francisco quedó viudo a los 36 años. 

Se le apareció su esposa

Pasado un tiempo, el santo decidió ingresar a los Jesuitas, pero antes se esforzó mucho para dejar bien encaminados a sus hijos. Cuando ya era sacerdote, su esposa se le apareció en estado de gloria. El autor del libro indica que de esta manera Dios quiso aliviar a su siervo.

Su hijo Juan de Borja encontró llorando a su padre. El santo luego le contó: “Juan, yo he hablado con vuestra madre, y me dijo que os da de buena voluntad su bendición; dad vos de esto gracias a nuestro Señor, que yo también se las daré por vos y por mí”.

El Crucifijo exorcista

San Francisco de Borja, siendo Superior General, fue quien envió a los primeros jesuitas al Virreinato del Perú. Allí, muchos años después, entre 1615 y 1621, llegó a ser virrey su nieto Francisco de Borja, hijo justamente de Juan de Borja.

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Por aquel entonces, en Lima, la Ciudad de los Reyes, un hombre fue poseído. El virrey Francisco tenía el crucifijo de su abuelo, el mismo que le había hablado al santo. Por ello mandó la imagen ante el endemoniado para ayudarlo. El demonio no habló, sentía dolor y por orden del sacerdote adoró y besó la imagen con mucha reverencia.

El Cristo fue devuelto al virrey. Pero al día siguiente el sacerdote exorcista obligó al demonio a decir por qué no había hablado ante el crucifijo. El maligno, a regañadientes, confesó que había sido por respeto a ese crucifijo, el cual había hablado antes a Francisco de Borja en un momento de aflicción por su mujer.

De esta manera, en virtud de la santa imagen e invocando la intercesión del santo, el poseído fue liberado.

Tras cuatro siglos, actualmente se desconoce el paradero exacto de la cruz milagrosa que le habló a San Francisco de Borja.

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