Diócesis española celebra el compromiso de una nueva virgen consagrada

María Regla Aragón durante el rito que la configura como virgen consagrada. María Regla Aragón durante el rito que la configura como virgen consagrada. | Crédito: Obispado de Cádiz y Ceuta.

La Diócesis de Cádiz-Ceuta celebró el pasado 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, la consagración de una nueva virgen, en una ceremonia presidida por el Obispo residencial, Mons. Rafael Zornoza. 

María Regla Aragón Bey confirmó su compromiso en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, patrona de la localidad gaditana de Chiclana. Con ella, ya son 9 las mujeres que en esta diócesis se entregan a Dios y al servicio de la Iglesia según el Ordo virginum. En España superan las 250. 

El Orden de las Vírgenes Consagradas se remonta a los primeros siglos del cristianismo y quienes lo asumen como vocación se entregan a Jesucristo y se ponen a disposición de la diócesis. No son religiosas, ni pertenecen a una agrupación de fieles con un fundador. Tampoco viven de forma obligatoria en comunidad. 

Dependen directamente del Obispo y han de trabajar, pues deben sustentarse por sus medios.

El Papa San Pablo VI renovó en 1970 su ritual y, desde entonces, esta opción vocacional ha brotado nuevamente en el seno de la Iglesia, sumando actualmente unas 3.000, cerca de 250 sólo en España. 

En 2018, la entonces Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica aprobó la instrucción Ecclesia Sponsae Imago, “el primer documento de la Sede Apostólica que profundiza la fisonomía y la disciplina de esta forma de vida”, en palabras del prefecto, el Cardenal Joao Braz.

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Tal y como se recoge en la instrucción, “esta forma de vida evangélica se expresó de forma espontánea en las primeras comunidades cristianas”. De hecho, durante las persecuciones de los tres primeros siglos de nuestra era, fueron muchas las que resultaron martirizadas. 

Entre ellas, Águeda de Catania, Lucía de Siracusa, Inés y Cecilia de Roma y Justa y Rufina de Sevilla, en quienes “los Padres de la Iglesia vieron reflejadas la imagen de la Iglesia Esposa totalmente dedicada a su Esposo”.

Cuando aparecieron las Órdenes religiosas, se asoció “la consagración virginal a la vida comunitaria y por consiguiente a la observancia de una regla común y a la obediencia a una superiora” —prosigue el texto—, hasta desaparecer. 

Sin embargo, durante el Concilio Vaticano II se recupera su especificidad. Esto se ha reflejado en el Código de Derecho Canónico, que en su canon 604 explicita que estas mujeres son consagradas por el Obispo diocesano, celebran desposorios místicos con Jesucristo y se entregan al servicio de la Iglesia.

También se detalla que “pueden asociarse, para cumplir su propósito con mayor fidelidad y para realizar mediante la ayuda mutua el servicio a la Iglesia congruente con su propio estado”. El Código de Derecho Canónico además establece que estas asociaciones son competencia del Obispo a nivel diocesano y de la Conferencia Episcopal en su ámbito territorial. 

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