Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus en el Parque Tejo

Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus en el Parque Tejo
Papa Francisco en el Parque Tejo, este 6 de agosto. Crédito: Captura de video / Vatican Media.

Tras celebrar la Santa Misa para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Lisboa 2023 en el Parque Tejo este domingo 6 de agosto, el Papa Francisco dirigió el rezo del Ángelus y pronunció unas palabras animando a los jóvenes a no caer en "la tentación de dejar de caminar o de encerrarse en ustedes mismos", y a recordar que son "el santo Pueblo de Dios que camina en la alegría del Evangelio".

A continuación el texto completo del mensaje del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus en el Parque Tejo:

Queridos hermanos y hermanas:

Una palabra ha resonado muchas veces en estos días, y es: "gracias", o mejor dicho, "obrigado". Es muy hermoso lo que el Patriarca de Lisboa nos acaba de explicar, que obrigado no sólo expresa la gratitud por lo que se ha recibido, sino también el deseo de corresponder al bien. En este acontecimiento de gracia, todos nosotros hemos recibido, y ahora, que nos preparamos para regresar a casa, el Señor nos hace sentir la necesidad y compartir también con nosotros, testimoniando con alegría la gratuidad de Dios y lo que Dios puso en nuestros corazones.

Sin embargo, antes de despedirnos yo también quiero decir obrigado. En primer lugar, al Cardenal Clemente, y con él a la Iglesia y a todo el pueblo portugués: obrigado.

Obrigado al señor Presidente, que nos ha acompañado en los eventos de estos días; obrigado a las instituciones nacionales y locales por el apoyo y la asistencia que nos han brindado; obrigado a los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos; y obrigado a ti, Lisboa, que permanecerás en la memoria de estos jóvenes como "casa de fraternidad" y "ciudad de los sueños". Expreso también mi gratitud al Cardenal Farrell, que ha rejuvenecido en esta jornada, y a quienes han preparado estas Jornadas, así como a cuantos las han acompañado con la oración. ¡Obrigado a los voluntarios, a ellos este aplauso del corazón por su gran servicio! Y un agradecimiento especial a quienes desde el cielo han velado por la JMJ, es decir, a los santos patronos del evento, y a uno en particular: Juan Pablo II, que dio vida a las Jornadas Mundiales de la Juventud.

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¡Y obrigado a todos ustedes, queridos jóvenes! Dios ve todo lo bueno que ustedes son, y sólo Él conoce lo que ha sembrado en sus corazones. Ustedes se van de aquí con lo que Dios sembró en el corazón. Háganlo crecer, cuídenlo con esmero. Quisiera hacerles una recomendación: mantengan presentes en su mente y en su corazón los momentos más hermosos. Para que así, cuando lleguen los momentos de cansancio, de desánimo que son inevitables, y tal vez la tentación de dejar de caminar o de encerrarse en ustedes mismos, con el recuerdo reaviven las experiencias y la gracia de estos días, porque ―no lo olviden nunca― esta es la realidad, esto son ustedes: ¡el santo Pueblo fiel de Dios que camina con la alegría del Evangelio! Me gustaría también enviar un saludo a los jóvenes que no han podido estar aquí presentes, pero que han participado en las iniciativas organizadas por sus países, por las Conferencias episcopales, por las Diócesis; y pienso, por ejemplo, en los hermanos y hermanas subsaharianos reunidos en Tánger.

A todos gracias, muchas gracias. Y de manera particular, acompañamos con el afecto y la oración a quienes no han podido venir a causa de conflictos y de guerras. En el mundo son muchas las guerras, son muchos los conflictos. Pensando en este continente, siento un gran dolor por la querida Ucrania, que sigue sufriendo tanto. Amigos, permítanme que también yo, ya viejo, comparta con ustedes, jóvenes, un sueño que llevo en el corazón: el sueño de la paz, el sueño de los jóvenes que rezan por la paz, viven en paz y construyen un futuro de paz. Por medio del Ángelus pongamos el futuro de la humanidad en manos de María, Reina de la Paz.

Y hay un último obrigado que quisiera subrayar al final. Obrigado a nuestras raíces, a nuestros abuelos, que nos transmitieron la fe, que nos transmitieron el horizonte de una vida. Son nuestras raíces.

Y de regreso a casa, sigan rezando por la paz. Ustedes son un signo de paz para el mundo, un testimonio de cómo las diversas nacionalidades, las lenguas, las historias pueden unir en lugar de dividir. Ustedes son esperanza para un mundo diferente. Gracias. ¡Sigan adelante!

Y al final hay un momento que todos esperan: el anuncio de la próxima etapa del camino. Pero antes de decirles cuál será la sede de la cuadragésima primera Jornada Mundial de la Juventud, quisiera hacer una invitación. Doy cita a los jóvenes de todo el mundo para el 2025 en Roma para celebrar juntos el Jubileo de los Jóvenes! Así que los espero aquí el 25 para celebrar juntos el Jubileo de los Jóvenes. Y la próxima Jornada Mundial de la Juventud tendrá lugar en Asia: ¡será en Corea del Sur, en Seúl! Y así, en el 2027 desde la frontera occidental de Europa se trasladará al Lejano Oriente: ¡Y este es un hermoso signo de la universalidad de la Iglesia y del sueño de unidad de unidad que ustedes son testigos!

Y finalmente un último obrigado, se lo dirigimos a dos personas especiales, a los protagonistas principales de este encuentro. Ellos estuvieron aquí con nosotros, y siguen estando siempre con nosotros; nunca pierden de vista nuestras vidas, aman nuestras vidas como ninguno podría hacerlo. Obrigado a Ti, Señor Jesús. Obrigado a ti, María, Madre nuestra; y ahora te dirigimos nuestra oración con alegría.

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