¿Por qué es especial Mouraria, el barrio que mencionó el Papa en su primer discurso en Lisboa?

¿Por qué es especial Mouraria, el barrio que mencionó el Papa en su primer discurso en Lisboa?
El Papa Francisco en el Centro Cultural de Belém en Portugal este miércoles 2 de agosto junto al presidente portugués Marcelo Rebelo de Sousa. Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa.

En su primer discurso pronunciado en Lisboa, en el marco de su viaje apostólico a Portugal que comenzó este 2 de agosto, el Papa Francisco hizo referencia a Mouraria, un pequeño barrio de Lisboa desconocido para la mayor parte del mundo.

¿Qué es Mouraria?

Mouraria es un barrio de la capital portuguesa donde "viven en armonía personas provenientes de más de sesenta países", como destacó el Papa Francisco en su primer discurso de hoy.

Los aproximadamente 6.000 habitantes del barrio provienen de decenas de países diferentes, especialmente China, India, Bangladesh, Pakistán y Mozambique.

"Saludo cordialmente a todos ustedes y agradezco al señor presidente la bienvenida y las cordiales palabras que me ha dirigido. Me siento contento de estar en Lisboa, ciudad de encuentro que abraza diferentes pueblos y culturas, y que en estos días se vuelve todavía más universal; se transforma, de alguna manera, en la capital del mundo", expresó el Santo Padre en su mensaje de este 2 de agosto.

"Esto se ajusta bien a su carácter, porque los jóvenes son el futuro, multiétnico y multicultural ―pienso en el barrio de Mouraria, donde viven en armonía personas provenientes de más de sesenta países―, y descubre el rasgo cosmopolita de Portugal, que ahonda sus raíces en el deseo de abrirse al mundo y explorarlo, navegando hacia horizontes nuevos y más amplios".

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¿Cómo surgió Mouraria?

Mouraria nació prácticamente a la par que el propio Portugal.

Los tiempos eran entonces menos pacíficos. El 25 de octubre de 1147, Afonso Henriques arrebató Lisboa a los musulmanes después de un asedio de casi cuatro meses y se convirtió en el primer rey de Portugal como Alfonso I.

La región que se extiende desde la Plaza Martim Moniz hasta las laderas del Castillo de São Jorge se transformó en el único lugar de residencia de los musulmanes restantes. A estos descendientes de los conquistadores del norte de África del siglo VII se les llamaba "moros" o "mouros", en portugués.

Permanecieron en la región que tomaría su nombre, Mouraria, hasta su expulsión por el rey Manuel en 1496.

En las décadas posteriores a la cristianización de la zona, la recién creada Compañía de Jesús abrió su primera escuela en Portugal en este barrio en 1553, desde la que lanzaría sus esfuerzos evangelizadores en la región.

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El barrio aún es conocido por sus históricas iglesias católicas, la primera de las cuales, São Sebastião (San Sebastián), fue construida en 1505 como protección contra la peste.

Posteriormente otras capillas de la zona, como la de Nossa Sehnora da Saúde (Nuestra Señora de la Salud), asociada a la protección milagrosa de la peste, inspirarían procesiones religiosas que se siguen realizando hasta el día de hoy cada primer domingo de mayo.

La Iglesia de São Cristóvão, uno de los pocos edificios y monumentos cuyas obras de arte en el interior sobrevivieron al terremoto de 1755 que devastó Lisboa, sería elevada a la dignidad de capilla real en 1861.

Marginación, renacimiento, degradación y renovación

Durante los siglos XIX y XX, Mouraria fue la cuna de uno de los productos culturales más claramente portugueses: el fado, la melancólica banda sonora bohemia de las noches lisboetas. Fernando Maurício, uno de los "fadistas" más influyentes, nació en Mouraria en 1933, al igual que la canción "Ai, Mouraria", grabada por muchos músicos portugueses a lo largo de los años.

No obstante, Mouraria comenzó el siglo XXI como un barrio muy degradado.

"La marginación del barrio de Mouraria persistió durante siglos hasta el cambio de milenio", indica el sitio web de la Fundación Renovar a Mouraria, que trabaja desde 2008 en la recuperación del barrio. "En la primera década del siglo XXI, Mouraria, cuna del fado y hogar de varias oleadas de inmigración, se percibía como un lugar inseguro, desgarrado por tensiones económicas y sociales".

Según la Fundación, "vivir como un lugar abandonado en la ciudad, situaciones relacionadas con el narcotráfico y el consumo a plena luz del día, familias rotas, calles sucias y pobreza eran la normalidad".

En 2012, el Ayuntamiento de Lisboa comenzó a mejorar el espacio público e implementó un Plan de Desarrollo Comunitario que mejoró significativamente el barrio.

La Fundación ejecuta cursos de portugués para inmigrantes, así como proyectos de ayuda al estudio y apoyo a extranjeros indocumentados.

El barrio multicultural, sin embargo, corre el riesgo de perder su carácter debido a la gentrificación y el turismo, que se ha convertido en una importante fuente de ingresos para Lisboa.

Filipa Bolotinha, coordinadora general de Renovar a Mouraria, manifestó al Diário de Notícias en junio de este año que "cada vez es más difícil para los migrantes seguir viviendo en Mouraria. Ahora las casas están rehabilitadas, pero ya no están disponibles debido a los precios".

Entender a Mouraria a la luz de la JMJ

La mezcla de tradiciones religiosas, la dura realidad de la migración, la complejidad de la supervivencia en entornos urbanos y las contribuciones históricas de Mouraria a la cultura de Portugal dan una cualidad competitiva a las palabras del Papa sobre la armonía.

Puede ser que el Santo Padre haya querido ver en Mouraria lo que describió más tarde en su discurso como su esperanza para Europa: "Sueño con una Europa, corazón de Occidente, que utilice su ingenio para apagar focos de guerra y encender luces de esperanza; una Europa que sepa reencontrar su alma joven, soñando con la grandeza del conjunto y yendo más allá de las necesidades de lo inmediato; una Europa que incluya a los pueblos y a las personas, sin perseguir teorías ni colonizaciones ideológicas".

¿Cómo hacer real ese sueño? En el Evangelio presentado a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud, según el Papa Francisco.

"Jóvenes de todo el mundo, que cultivan deseos de unidad, de paz y de fraternidad, jóvenes que sueñan, nos desafían a hacer realidad sus sueños de bien. No están en las calles para gritar de rabia, sino para compartir la esperanza del Evangelio".

De alguna manera, los cientos de miles de peregrinos de todas las tierras, e incluso otros de diferentes credos, existen como barrio de armonía en la Jornada Mundial de la Juventud, una Mouraria realizada y esperanzada, interpelada por ella a "navegar juntos hacia el futuro" con mayor caridad, cuidando de la casa común y con más apertura a una vida definida por los valores evangélicos.

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