Jueves 5 de setiembre

Evangelio según San Lucas, capítulo 5, versículos del 1 al 11

La pesca milagrosa.

1Y sucedió que la muchedumbre se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios, estando Jesús de pie junto al lago de Genesaret. 2 Y viendo dos barcas amarradas a la orilla del lago, cuyos pescadores habían descendido y lavaban sus redes, 3 subió en una de aquéllas, la que era de Simón, y rogó a éste que la apartara un poco de la tierra. Y sentado, enseñaba a la muchedumbre desde la barca. 4 Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Guía adelante, hacia lo profundo, y echad las redes para pescar". 5 Respondióle Simón y dijo: "Maestro, toda la noche estuvimos bregando y no pescamos nada, pero, sobre tu palabra, echaré las redes". 6 Lo hicieron, y apresaron una gran cantidad de peces. Pero sus redes se rompían. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros, de la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Vinieron, y se llenaron ambas barcas, a tal punto que se hundían. 8 Visto lo cual, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús, y le dijo: "¡Apártate de mí, Señor, porque yo soy un pecador!" 9 Es que el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros, por la pesca que habían hecho juntos; 10 y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Pedro. Y Jesús dijo a Simón: "No temas; desde ahora pescarás hombres". 11 Llevaron las barcas a tierra y, dejando todo, se fueron con Él.

Comentario

1. Véase Mat. 4, 18 ss.; Marc. 1, 16 ss.

3. Simón es el nombre primitivo de Pedro antes de su vocación. Desde esta escena la barca de Pedro es mirada como símbolo de la Iglesia.

6. Se rompían: Nótese el contraste con la segunda pesca milagrosa (Juan 21, 11), donde se hace constar que las redes no se rompían; por donde parece encerrarse en esto un significado simbólico, que ha sido interpretado de muy diversas maneras, pero que Jesús acentúa en el v. 10. Cf. Mat. 13, 47 y nota: "También es semejante el reino de los cielos a una red que se echó en el mar y que recogió peces de toda clase". La red es la Iglesia visible con sus apóstoles encargados de reunir en uno a los hijos de Dios (Juan 11, 52), pescando en el mar que es el mundo. En esta parábola nos muestra Cristo, como en la del banquete (22, 8 - 14), la existencia de buenos y malos dentro de esa Iglesia, hasta el día en que los ángeles hagan la separación y Jesús, celebrando sus Bodas con el Cuerpo místico, arroje del festín a los que no tenían el traje nupcial.

8. Un día comprenderá Pedro que, precisamente porque somos pecadores, no podemos decirle a Jesús que se aleje, sino que venga como médico. Véase v. 32: "Yo no he venido para convidar al arrepentimiento a los justos sino a los pecadores". Hay aquí, junto a la manifestación del Corazón misericordioso del Redentor, que se inclina sobre los necesitados de perdón, una honda ironía para los fariseos, es decir, para los que se creen justos. Ellos no se dan por redimidos, pues no se sienten necesitados de redención. Y Jesús no los llama a ellos porque sabe que no responderán. Terrible estado de espíritu que los hará morir en su pecado (Juan 8, 21). Sobre la dialéctica de Jesús con los fariseos cf. Juan 9, 39 - 41. Sobre el privilegio de los que mucho deben cf. 7, 41 - 49. Y Juan 13, 8 y notas: Pedro le dijo: "No, jamás me lavarás Tú los pies". Jesús le respondió. "Si Yo no te lavo, no tendrás nada de común conmigo". Sobre esta falsa humildad. "Para tener comunidad con Jesús es necesario no tener miedo de El. Sin eso ¿cómo nos llamaríamos redimidos por El?".

10. Pescarás hombres: ¡Maravillosa promesa de eficacia en nuestro apostolado! Así como antes no conseguía ningún pez y ahora tiene tantos por haberse apoyado en la palabra de Jesús para echar la red, así también, aun en medio de este mundo malo, podremos pescar hombres sin número, si usamos para ello las palabras del Evangelio y no las nuestras. Cristo oró por nuestro éxito (Juan 17, 20) y sigue orando hasta el fin (Hebr. 7, 25).

11. Pedro y sus compañeros tenían familia y hogar. En un instante lo dejaron todo para seguir a Jesús, y eso que en aquel momento no creían todavía en su divinidad. Es decir que nadie podía resistirse a la suavidad del trato con Jesús, a menos que tuviera doblez en la conciencia. Cf. Juan 3, 19: "Y éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres han amado más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas".
Este es el juicio de discernimiento entre el que es recto y el que tiene doblez. Jesús será para ellos como una piedra de toque (cf. 7, 17; Luc. 2, 34 s.). La terrible sanción contra los que rechazan la luz será abandonarlos a su ceguera (Marc. 4, 12), para que crean a la mentira y se pierdan. S. Pablo nos revela que esto es lo que ocurrirá cuando aparezca el Anticristo (II Tes. 2, 9 - 12).


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios