Jueves 21
de marzo

Evangelio según San Juan, capítulo 8, versículos del 51 al 59

51 En verdad, en verdad, os digo, si alguno guardare mi palabra, no verá jamás la muerte". 52 Respondiéronle los judíos: "Ahora sabemos que estás endemoniado. Abrahán murió, los profetas también; y tú dices: "Si alguno guardare mi palabra no gustará jamás la muerte". 53 ¿Eres tú, pues, más grande que nuestro padre Abrahán, el cual murió? Y los profetas también murieron; ¿quién te haces a Ti mismo?". 54 Jesús respondió: "Si Yo me glorifico a Mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es quien me glorifica: Aquel de quien vosotros decís que es vuestro Dios; 55 mas vosotros no lo conocéis. Yo sí que lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería mentiroso como vosotros, pero lo conozco y conservo su palabra. 56 Abrahán, vuestro padre, exultó por ver mi día; y lo vio y se llenó de gozo". 57 Dijéronle, pues, los judíos: "No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?" 58 Díjoles Jesús: "En verdad, en verdad os digo: Antes que Abrahán existiera, Yo soy". 59 Entonces tomaron piedras para arrojarlas sobre Él. Pero Jesús se ocultó y salió del Templo.

Comentario

51. Porque esa gloria (v. 50) que Jesús pedirá al Padre en 17, 1 consistirá precisamente en poder darnos vida eterna, es decir, librar de la muerte a los que guardemos su Palabra (17, 2 y nota). Sobre este misterio, cf. 5, 24; 6, 40; 11, 26; I Juan 5, 13.

54. Si Yo me glorifico, es decir, si Yo me glorificase y fuese orgulloso, como vosotros pretendéis, mi gloria sería falsa. Es lo que Jesús ha establecido en 7, 18 y en el v. 53. "Mi Padre... que es vuestro Dios": se identifica aquí la persona del Padre con Yahvé, el Dios de Israel. Cf. 7, 28; Mat. 22, 44; S. 109, 1.

56. En las promesas que Dios le dio, presintió Abrahán el día del Mesías (cf. Mat. 13, 17; Luc. 7, 22; Hebr. 11, 13). También los creyentes nos llenaremos un día de ese gozo (I Pedr. 1, 8). Cf. Mat. 8, 1: "Jesús, pues bajó del monte, y empezaron a seguirlo muchedumbres".

58. Yo soy: presente insólito, que expresa una existencia eterna, fuera del tiempo. Cf. Juan 1, 1 ("En el principio era la Palabra y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios") y Hebr. 9, 14 ("pero con toda seguridad la sangre de Cristo, que se ofreció como víctima sin mancha, purificará nuestra conciencia de las obras de muerte, para que sirvamos al Dios vivo") donde la divinidad de Jesús es llamada "el Espíritu eterno".

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios