Domingo 21 de abril


Evangelio según San Juan, capítulo 10, versículos del 1 al 10

El buen pastor

1 "En verdad, en verdad, os digo, quien no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es un ladrón y un salteador. 2 Mas el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. 3 A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y él llama por su nombre a las ovejas propias, y las saca fuera. 4 Cuando ha hecho salir todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque conocen su voz. 5 Mas al extraño no le seguirán, antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños". 6 Tal es la parábola, que les dijo Jesús, pero ellos no comprendieron de qué les hablaba. 7 Entonces Jesús prosiguió: "En verdad, en verdad, os digo, Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos cuantos han venido antes que Yo son ladrones y salteadores, mas las ovejas no los escucharon. 9 Yo soy la puerta, si alguno entra por Mí, será salvo; podrá ir y venir y hallará pastos. 10 El ladrón no viene sino para robar, para degollar, para destruir. Yo he venido para que tengan vida y vida sobreabundante.

Comentario

1. Como expresa la perícopa de este Evangelio en el Domingo del Buen Pastor (II post Pascua), Jesús habla aquí "a los fariseos", continuando el discurso precedente (cf. 9, 41 y nota), cosa que debe tenerse en cuenta para entender bien este capítulo. La puerta es Jesús (v. 7; 14, 6; cf. S. 117, 20 y nota). Aprisco: corral común donde varios pastores guardan sus rebaños durante la noche.

3. ¿Quién es este portero tan importante, sino el divino Padre? El es quien abre la puerta a las ovejas que van hacia el Buen Pastor. Porque, así como nadie va al Padre sino por Jesús (14, 6), nadie puede ir a Jesús si el Padre no lo elige (v. 37) y no lo atrae (6, 44 y 65). Y nótese que Jesús no sólo es el Pastor bueno (v. 11) sino que El es también la puerta (v. 7 ss.). Esa puerta que el Padre nos abre, es, pues, el mismo Hijo, porque el Padre nos lo dio para que por El entremos a la vida (3, 16) y para que El mismo sea nuestra vida. Véase 1, 4; I Juan 4, 9; 5, 11 - 13.

4 s. Las almas fieles no pueden desviarse: Jesús las va conduciendo y se hace oír de ellas en el Evangelio y por su Espíritu. El es la puerta abierta que nadie puede cerrar para aquellos que custodian su palabra y no niegan su Nombre (Apoc. 3, 8).

5. ¡Privilegio de los que están familiarizados con el lenguaje de Jesús! El les promete aquí un instinto sobrenatural que les hará reconocer a los falsos maestros y huir de ellos. Entonces se explica que puedan "ir y venir" (v. 9), porque las Palabras del Buen Pastor les habrán dado la libertad, después de prepararlas para ella, como lo explica Jesús en 8, 31 ss.

8. Dice Durand: "Ladrones que roban por astucia y salteadores que se apoderan por la violencia" (cf. Mat. 11, 12 y nota). Los tales son ladrones de gloria, porque la buscan para sí mismos y no para el Padre como hacía Jesús (cf. 5, 43 s.; 7, 18); y salteadores de almas, porque se apoderan de ellas y, en vez de darles el pasto de las Palabras reveladas (v. 9) para que tengan vida divina (v. 10; 6, 64), las dejan "esquilmadas y abatidas" (Mat. 9, 36) y "se apacientan a sí mismos". Cf. 21, 15 ss.; Ez. 34, 2 ss.; Zac. 11, 5 y notas.

 

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios