Jueves 1 de agosto

Evangelio según San Mateo, capítulo 13, versículos del 47 al 53

47 También es semejante el reino de los cielos a una red que se echó en el mar y que recogió peces de toda clase. 48 Una vez llena, la tiraron a la orilla, y sentándose juntaron los buenos en canastos, y tiraron los malos. 49 Así será en la consumación del siglo. Saldrán los ángeles y separarán a los malos de en medio de los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

51 ¿Habéis entendido todo esto?" Le dijeron: "Sí". 52 Entonces, les dijo: "Así todo escriba que ha llegado a ser discípulo del reino de los cielos, es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo".

Jesús predicando en Nazaret.

53 Y cuando Jesús hubo acabado estas parábolas, partió de este lugar.

Comentario

47. La red es la Iglesia visible con sus apóstoles encargados de reunir en uno a los hijos de Dios (Juan 11, 52), pescando en el mar que es el mundo. En esta parábola nos muestra Cristo, como en la del banquete (22, 8 - 14), la existencia de buenos y malos dentro de esa Iglesia, hasta el día en que los ángeles hagan la separación y Jesús, celebrando sus Bodas con el Cuerpo místico, arroje del festín a los que no tenían el traje nupcial.

49. Santo Tomás dice que es de notar que Jesús expone la parábola sólo en cuanto a los malos, y luego observa que esos malos están entre los buenos como está la cizaña en medio del trigo (y la levadura en medio de la masa), tratándose por tanto aquí de los que no están separados de la Iglesia por diversidad de dogmas sino de los que hacen profesión de pertenecer a ella. Vemos así que no es ésta una repetición de la parábola de la cizaña, pues allí el campo no es la Iglesia sino todo el mundo (v. 38), mientras que aquí la red de pescar se refiere a la Iglesia apostólica formada por aquellos que "echaban la red en el mar, pues eran pescadores" (4, 18), y a quienes Jesús hizo "pescadores de hombres" (ibid. 19).

51. ¿Habéis entendido todo esto? Santo Tomás muestra cómo, según Jesús, la inteligencia de todas esas parábolas - más misteriosas de lo que parecen - es necesaria para "todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino" (v. 52; cf. vv. 19 y 23 y notas; Marc. 4, 13). De esa manera será semejante al Dueño de casa, que es el mismo Jesús, a quien deben parecerse sus discípulos (10, 23) y el cual saca de su tesoro (v. 52) eternas verdades del Antiguo Testamento y misterios nuevos que El vino a revelar, tanto sobre su venida a predicar el "año de la reconciliación", cuanto sobre su retorno en el "día de la venganza" (Luc. 4, 17 - 21; Is. 61, 1 s.). El mismo Jesús confirma esto en Luc. 24, 44. Por donde, dice San Agustín, debéis entender de modo que las cosas que se leen en el A. T. sepáis exponerlas a la luz del Nuevo. Vemos, pues, aquí el conocimiento que el cristiano y principalmente el apóstol han de tener de todos los misterios revelados por Cristo y que se refieren tanto a sus padecimientos cuanto a su futuro triunfo (I Pedr. 1, 11).


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios