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Palabras del Santo Padre en el encuentro con los representantes del Consejo Panucraino de las Iglesias y de las Organizaciones Religiosas

24 de junio del 2001

1. "Estoy calurosamente agradecido con los que han hecho posible el actual encuentro en el que me es dada la oportunidad de conocer más de cerca, en el curso de mi visita, a cada uno de vosotros, representantes de las muchas Iglesias y organizaciones religiosas presentes en Ucrania. Dirijo a todos mi cordial y deferente saludo. Os expreso de corazón mi elogio por el servicio que vuestro Consejo Panucraino presta a la salvaguarda y a la promoción de los valores espirituales y religiosos, indispensables para la edificación de una sociedad auténticamente libre y demócrata. Vuestro organismo contribuye no poco a crear siempre las condiciones para un mayor acuerdo entre los miembros de las muchas Iglesias y organizaciones religiosas, en el respeto recíproco y en la constante búsqueda de un diálogo sincero y provechoso. No puedo no mencionar luego vuestro loable esfuerzo a favor de la paz entre los hombres y los pueblos.

2. Vuestra existencia y vuestro cotidiano trabajo testimonian cuánto de manera concreta el factor religioso es parte esencial de la identidad personal de cada hombre, de cualquier raza, pueblo o cultura a la que pertenezca. La religión, cuando es practicada con corazón humilde y sincero, lleva una aportación específica e insustituible a la promoción de una sociedad justa y fraterna. ¿Cómo podría un Estado que quiere realmente ser democrático prescindir del respeto pleno de la libertad religiosa de los ciudadanos? No hay democracia verdadera donde es pisada una de las libertades fundamentales de la persona. También Ucrania ha experimentado, en el largo y doloroso período de las dictaduras, los desoladores efectos de la opresión atea que el hombre mortifica y lo somete a un régimen de esclavitud. Está delante de vosotros ahora el urgente desafío de la reconstrucción social y moral de la Nación. Con vuestra actividad vosotros sois llamados a una esencial contribución en esta obra de renovación social, demostrando que sólo en un clima de respeto de la libertad religiosa se puede construir una sociedad con una dimensión plenamente humana.

3. Saludo en primer lugar a vosotros, queridos Hermanos unidos por la común fe en el Cristo muerto y resucitado. La violenta persecución comunista no ha logrado extirpar del ánimo del pueblo ucraniano el anhelo hacia Cristo y su Evangelio, porque esta fe hizo parte de su historia y su misma vida. Efectivamente, cuando se habla de libertad religiosa en esta vuestra Tierra, el pensamiento corre espontáneamente a los gloriosos principios del cristianismo, que desde más de mil años señala la identidad cultural y social. Estuvo con el Bautismo del príncipe Vladimiro y el pueblo del Rus', en el año 988, donde tiene sus inicios en las riberas del Dniepr la presencia de la fe y la vida cristiana. Luego, aquí, el Evangelio alcanzó los muchos pueblos puestos en la parte oriental del continente europeo. Lo he querido recordar en la Carta apostólico Euntes en mundum, con ocasión del milenio del Bautismo del Rus' de Kyiv, subrayando cómo de tal acontecimiento se ha encaminado una vasta irradiación misionera: "hacia Occidente hasta los montes Carpazi, de las orillas meridionales del Dniepr hasta a Novgorod y de las riberas septentrionales del Volga... hasta las orillas del océano Océano Pacífico y más allá" (n. 4; cfr también el Mensaje Magnum Baptismi donum, n. 1). En una época en cuyo ancla hubo la llena comunión entre Roma y Constantinopla, San Vladimiro, precedido por el ejemplo de la Princesa Olga, se desveló por la salvaguarda de la identidad espiritual del pueblo, favoreciendo al mismo tiempo la inserción del Rus' en el conjunto de las otras Iglesias. El proceso de inculturación de la fe, que ha señalado la historia de estos pueblos hasta hoy, se ha desarrollado por la incansable obra de los misioneros procedentes de Constantinopla.

4. ¡Ucrania, Tierra bendecida por Dios, el cristianismo constituye parte imprescindible de tu identidad civil, cultural y religiosa! Tú has desarrollado y sigues desarrollando una importante misión dentro de la gran familia de los Pueblos eslavos y el oriente europeo. Sabes llevar de las comunes raíces cristianas la sangre vital, que continuos a rociar en el tercer milenio los sarmientos de tus Comunidades eclesiales.

5. Mi saludo se vuelve ahora a ustedes representantes de otras Religiones y Organización religiosas, que obráis en Ucrania en estrecha colaboración con los cristianos. Es éste un rasgo típico de vuestra Tierra que, por su particular posición y conformación, constituye no solamente un puente natural entre el oriente y el occidente, sino también entre los pueblos que aquí ya se encuentran hace varios siglos. Son pueblos diferentes por origen histórico, tradición cultural y creencias religiosas. Quisiera recordar la consistente presencia de los Judíos, que forman una comunidad firmemente arraigada en la sociedad y en la cultura ucraniana. También ellos han sufrido injusticias y persecuciones para haber quedado fieles a la religión de sus padres. ¿Quién podrá olvidar el enorme tributo de sangre de aquellos pagadas al fanatismo de una ideología propugnadora de la superioridad de una raza con respecto de las otras? Justo aquí en Kyiv, en la localidad de Babyn Jar, durante la ocupación nazi en pocos días fueron asesinadas muchísimas personas, entre los que habían más de 100 mil judíos. Fue uno de los crímenes más feroces entre los muchos que la historia del siglo pasado ha tenido que registrar desaforadamente. ¡De cuál atrocidad es capaz el hombre cuando se ilusiona de poder prescindir de Dios! La voluntad de contraponerse a Él y de combatir cada expresión religiosa se ha manifestado prepotentemente también en el totalitarismo ateo y comunista. Hacen memoria de ello en esta ciudad los monumentos a las víctimas del Holodomor, a los matados de Bykivnia, a los muertos en la guerra en Afganistán, para citar sólo a algunos. El recuerdo de dolorosas experiencias ayuda a la actual humanidad, especialmente a las jóvenes generaciones a rechazar cada forma de violencia y a crecer en el respeto de la dignidad humana, salvaguardando los fundamentales derechos, sobretodo el derecho a la libertad religiosa.

6. Quisiera unir al recuerdo la matanza de los judíos en los crímenes perpetrados por el poder político respecto a la comunidad musulmana presiente en Ucrania. Pienso, en particular, en los Tártaros deportados por el crimen en las Repúblicas asiáticas de la unión Soviética, que hora desean volver a su tierra de origen. Permítanme, acerca de esto, expresar el agüero que a través del diálogo abierto, paciente y leal, se podrán encontrar soluciones adecuadas, siempre salvaguardando el clima de sincera tolerancia y eficaz colaboración por el bien común. En esta paciente obra de bien del hombre y de lo verdaderamente social, los creyentes tienen un peculiar papel a desarrollar. Juntos pueden ofrecer un claro testimonio de la prioridad del espíritu con respecto a las, aunque legítimas, necesidades materiales. Juntos pueden testimoniar que una visión del mundo basada en Dios también es garantía del valor inalienable del hombre. Sacado Dios del mundo, nada os queda más de realmente humano. Sin fijarse en el cielo, la criatura pierde el horizonte del propio camino sobre la tierra. A la base de cada auténtico humanismo siempre hay el humilde y confiado reconocimiento de la primacía de Dios.

7. ¡Queridos Amigos! Permitís que os saludas así al final de este encuentro familiar. A todo vosotros, a vuestras Iglesias y a Organizaciones religiosas de Ucrania renuevo la expresión de mi consideración y mi cariño. Grande es vuestra misión en este histórico inicio de milenio. Continúen sin parar en investigar juntos la creciente división de los valores de la religiosidad en la libertad y de la tolerancia en la justicia. Es ésta la más significativa aportación que vosotros podáis ofrecer al progreso integral de la sociedad ucraniana. El Obispo de Roma, que se hace peregrino en estos días de esperanza a Kyiv y a Leopoli, abraza a los creyentes de cada ciudad y aldea de la querida tierra ucraniana. A vosotros y a todos aseguro mi oración para que el Altísimo os inunde de su gracia. Dios, Padre tierno y misericordioso, os bendiga aquí, a vuestras Iglesias y vuestras Organizaciones religiosas. Bendiga y proteja al querido Pueblo ucraniano. ¡Hoy y siempre!

(Traducido por ACI Prensa)