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Discurso del Santo Padre en el Encuentro con la Juventud
(Parte I)

Queridos jóvenes de St. Louis,
Queridos jóvenes de los Estados Unidos :

¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo!

1. Su calurosa y entusiasta bienvenida me ha hecho muy feliz. Me dice que esta noche el Papa pertenece a ustedes. Acabo de estar en Ciudad de México para celebrar el cierre del Sínodo de Obispos de América. Allí tuve la dicha de estar con varios miles de jóvenes. Y ahora, mi dicha continúa aquí, con ustedes, la gente joven de St. Louis, Missouri, y de todo Estados Unidos.

2. Estamos reunidos esta noche para escuchar a Jesús hablarnos a través de Su Palabra y el poder del Espíritu Santo.

Acabamos de escuchar a Pablo el Apóstol decirle a Timoteo, su joven compañero evangelizador: «Ejercítate en la piedad» (1 Tim 4-7). Estas son palabras importantes para todo cristiano, para todo el que busca sinceramente seguir al Señor y poner sus palabras en práctica. Son especialmente importantes para ustedes, los jóvenes de la Iglesia. Por lo tanto, ustedes deben preguntarse a sí mismos: ¿cómo estoy entrenándome para vivir una vida verdaderamente cristiana?

Todos ustedes saben lo que es "entrenarse", y lo que significa. De hecho, estamos aquí en el Centro Kiel donde muchas personas se entrenan largo y duro para competir en diferentes deportes. Hoy, este impresionante estadio se ha convertido en otro tipo de lugar de entrenamiento, no para hockey o soccer o baloncesto, sino para ese entrenamiento que les ayudará a vivir su fe en Jesús más decididamente. Esto es el "ejercitarse en la piedad " a la cual se refiere San Pablo: ¡el entrenamiento que hace posible el que ustedes se den sin reserva al Señor y al trabajo que Él los ha llamado a hacer!

3. Me han contado que la pasada temporada de béisbol en St. Louis generó mucha excitación cuando dos grandes jugadores (Mark McGwire y Sammy Sosa) competían para batir el récord de cuadrangulares. Ustedes pueden sentir el mismo gran entusiasmo mientras se entrenan para una meta diferente: la meta de seguir a Cristo, la meta de llevar el mensaje de Cristo al mundo.

Cada uno de ustedes pertenece a Cristo, y Cristo pertenece a ustedes. En el Bautismo ustedes fueron reclamados para Cristo con la Señal de la Cruz; ustedes recibieron la fe católica como un tesoro para compartirse con otros. En la Confirmación, fueron sellados con los dones del Espíritu Santo y fortalecidos para vuestra vocación y misión como cristianos. En la Eucaristía, ustedes reciben la comida que les alimenta para los retos espirituales de cada día.

Estoy especialmente complacido de saber que hoy muchos de ustedes tuvieron la oportunidad de recibir el Sacramento de la Penitencia, el Sacramento de la Reconciliación. En este sacramento ustedes experimentan la tierna misericordia y el amor del Salvador de una forma muy personal, cuando son liberados del pecado y de su fea acompañante, la vergüenza. Vuestras cargas se levantan y experimentan la alegría de una nueva vida en Cristo.

Su pertenencia a la Iglesia no puede encontrar mejor expresión o soporte que compartir la Eucaristía todos los domingos en sus parroquias. Cristo nos da el regalo de Su Cuerpo y Sangre para hacernos un solo cuerpo en Él, para traernos con mayor profundidad en comunión con Él y, con todos los miembros de Su Cuerpo, la Iglesia. Hagan de la celebración del domingo en sus parroquias un verdadero encuentro con Jesús. Esto es una parte esencial de su "entrenamiento en la piedad" al Señor.

4. Queridos jóvenes amigos, en esta Lectura que acabamos de escuchar, el Apóstol Pablo le dice a Timoteo: «Que nadie tenga en poco tu juventud» (1 Tim 4-12). Él dice esto porque la juventud es un regalo maravilloso de Dios. Es un tiempo de energía especial, de oportunidades especiales y responsabilidades especiales. Cristo y la Iglesia necesitan de sus talentos especiales. ¡Usen bien los regalos que Dios les ha dado!

Éste es el tiempo de su entrenamiento, de su desarrollo físico, intelectual, emocional y espiritual. Pero esto no significa que pueden dejar para más adelante su encuentro con Cristo y el compartir de la misión de la Iglesia. Aunque sean jóvenes, ¡el tiempo de actuar es ahora! Jesús no tiene "en poco vuestra juventud". Él no los echa de lado para más tarde, cuando ya sean mayores y su entrenamiento sea completo. Vuestro entrenamiento nunca terminará. Los cristianos siempre están en entrenamiento. Ustedes están listos ahora para lo que Cristo quiere de ustedes. Él los quiere- a todos ustedes - para que sean luz en el mundo, como sólo los jóvenes pueden ser luz. ¡Es tiempo ya de dejar que vuestra luz brille!

En todos todos mis viajes le digo al mundo acerca de sus jóvenes energías, de sus regalos y de su disposición a amar y servir. Y adondequiera que voy reto a la gente joven- como amigo- para que vivan en la luz y en la verdad de Jesucristo.

Los animo a  permitir que Su Palabra entre en sus corazones, y que del fondo de sus corazones le digan a Él : "Heme aquí que vengo para hacer, ¡Oh Dios!, tu voluntad" (cf. Heb 10-7).