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Discurso del Santo Padre a su llegada al Aeropuerto

Señor Presidente, querido pueblo de Saint Louis, querido pueblo de los Estados Unidos.

1.    Es para mi una gran alegría regresar a los Estados Unidos y experimentar nuevamente vuestra calurosa hospitalidad.

Como ustedes saben, he estado en México, para celebrar el cierre de la Asamblea Especial para el Sínodo de los Obispos . El propósito de esta importante reunión fue la de preparar a la Iglesia para entrar al nuevo milenio y animar un nuevo sentido de solidaridad entre los pueblos del continente. Ahora estoy contento de poder traer este mensaje al mismo centro de los Estados Unidos, en las riberas del Mississippi, en esta histórica ciudad de St. Louis, La Puerta al Oeste.

Estoy muy agradecido a usted, Sr. Presidente, por la cortesía de recibirme a mi llegada. Quiero saludar igualmente al Gobernador y a las autoridades del estado de Missouri, así como al Alcalde de St. Louis y los otros funcionarios de la Ciudad y áreas circundantes. Muchas personas han ofrecido generosamente su cooperación en la preparación de esta visita, y a todos les estoy agradecido.

2.   Como Pastor de la Iglesia universal, estoy particularmente contento de poder saludar a la comunidad católica de la Arquidiócesis de St. Louis, con su rica herencia cultural y su dinámica tradición de servicio a los más necesitados. Me gustaría dirigirle una palabra especial de aprecio al Arzobispo Justin Rigali, quien ha estado muy cerca de mi desde mi elección al Pontificado veinte años atrás. Espero con ansias encontrarme con los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y fieles de esta Iglesia local, que ha ejercido su influencia en la historia del Medio-oste.   

Con profundo agradecimiento saludo a los Cardenales y Obispos. Su presencia me ofrece la oportunidad de enviar mis mejores deseos a la Provincia de St. Louis y a toda la región eclesiástica, y a todas las diócesis de este país. A pesar de que St. Louis es el único sitio que podré visitar durante este viaje, me siento muy cerca a todos los católicos de los Estados Unidos.

Deseo expresarle mi estima y amistad a mis demás hermanos cristianos, a la comunidad judía de Estados Unidos, y a nuestros hermanos y hermanas musulmanes. Deseo expresar mi cordial respeto por las personas de todas las religiones y a todos los hombres de buena voluntad.

3.    Cuando se cuente la historia, el nombre de St. Louis estará por siempre ligado al primer vuelo trasatlántico, y al inmenso y osado esfuerzo humano detrás del nombre: « Espíritu de St. Louis » .

Se están preparando para celebrar el bicentenario de la adquisición de Louisiana hecha en 1804 por el Presidente Thomas Jefferson. Ese aniversario presenta un desafío para la renovación cultural y religiosa de toda la comunidad. Será el momento de reafirmar el «Espíritu de St. Louis» y los valores y verdades de la experiencia americana.

Hay momentos de prueba, de exámenes al carácter nacional, en la historia de todos los países. Estados Unidos no ha sido inmune a ello. Un momento de prueba está conectado con St. Louis. Fue aquí donde el famoso caso de Dred Scott fue juzgado. Y en dicho caso la Corte Suprema de los Estados Unidos subsecuentemente declaró a todo un grupo de seres humanos - personas de descendencia africana- fuera de los límites de la comunidad nacional y de la protección constitucional.

Luego de incontable sufrimiento y con enorme esfuerzo, esa situación, por lo menos en parte, ha sido superada. Estados Unidos se encuentra ahora ante una prueba similar.

Hoy día, el conflicto es entre una cultura que afirma, aprecia y celebra el regalo de la vida, y una cultura que busca declarar a un grupo entero de seres humanos- los no nacidos, los enfermos terminales, los minusválidos, y otros considerados "no útiles"- fuera del límite legal de protección. Por la seriedad de los asuntos, y porque Estados Unidos impacta grandemente sobre el resto del mundo, la solución de este momento de prueba tendrá profundas consecuencias para el siglo cuyo umbral estamos por cruzar. Mi ruego fervoroso es que por medio de la acción de la gracia de Dios en la vida de los norteamericanos de todas las razas, grupos étnicos, condición económica y credo, Estados Unidos resista la cultura de la muerte y escoja pararse con firmeza al lado de la vida. Escoger la vida - como este año escribí en mi Mensaje para el Día Mundial de la Paz- significa rechazar toda forma de violencia: la violencia del hambre y la de la pobreza que oprime a tantos seres humanos; la violencia de los conflictos armados, que no resuelven sino aumentan las divisiones y tensiones; la violencia de armas particularmente espantosas como son las minas anti-personales; la violencia del tráfico de drogas; la violencia del racismo; y la violencia del daño insensato al medio ambiente.

Solo una visión moral superior puede motivar el escoger la vida. Y los valores subyacentes de esa visión dependerán en gran medida de si la nación continúa honrando y reverenciando la familia como célula básica de la sociedad : la familia – maestra del amor, el servicio, la comprensión y el perdón; la familia - abierta y generosa a la necesidades de otros; la familia- el gran manantial de la felicidad humana.

4. Señor Presidente, queridos amigos: Estoy muy complacido de poder agradecerle nuevamente al pueblo norteamericano las incontables obras de bondad y de solidaridad que, desde el principio, han sido parte de la historia de vuestra nación. Al mismo tiempo sé que ustedes escucharán mi ruego de abrir de par en par vuestros corazones siempre creciente clamor y necesidades urgentes de nuestros hermanos y hermanas menos afortunados alrededor del mundo.

También esto -el espíritu de compasión, preocupación y el compartir generoso- deben de ser parte del «Espíritu de St. Louis» . Más aún, debe ser el renovado espíritu de ésta «nación, bajo Dios, con libertad y justicia para todos». ¡Dios los bendiga a todos! ¡Dios bendiga a América!